
Cada vez estamos más convencidos de
que como ciudad, como colectivo, no hemos sabido estar a la altura de las
circunstancias; peor aún: no hemos sido capaces, después de tantos años
enviándonos señales, de hacer nuestro el conjunto que se cierra alrededor del
fenómeno mariano-económico que preside la patrona. Este fin de semana, viviendo
de cerca la fe con la que las miles de personas que vimos en los alrededores
del santuario disfrutaban del entorno y, más aún, de la proximidad de la Morenita , llegamos a la
conclusión de que alguien, nosotros todos y todas, está haciendo las cosas muy
mal, que aceptamos una sangría económica de gran caudal sin mover un dedo en
favor de un mejor control de tanta sinergia económica positiva y que ni
siquiera en tiempos tan cruciales como los que sufrimos, de intensidad
manifiesta y terrible, hemos sido capaces de activar las ideas y encontrar entre
tanto fervor popular una fuente de vida en forma de rendimiento económico
controlado.
Por el momento y exclusivamente en los treinta y dos kilómetros que nos separan-alejan de nuestra patrona, a lo más que hemos llegado, y siempre de la mano de la iniciativa privada, es a sembrar con la ayuda del selectivo abono que aportan los hosteleros, grandes visionarios de un negocio tan sencillo como inestable y no en todos los casos con acierto. Eso sí, en tantos años acumulados como estrepitoso fracaso sociopolítico, no han faltado las grandilocuencias del político de turno, capaz de convencernos puntualmente de que ahora sí, de que es el momento de iniciar la cuenta atrás que nos presente en sociedad como una comunidad moderna y decidida a construir su propio futuro, y desde luego que el parque natural, y muy especialmente la fe y devoción que a tantos peregrinos y fieles atrae anualmente a los pies de
Miles han sido, un año más, los peregrinos que se han plantado a los pies de