La nueva situación que padecemos, que
nos obliga a compartir lo que tenemos y a reducir drásticamente lo que se
entienden como caprichos, genera infinidad de trabajos que intensifican los
conocimientos de los realizadores de éstos en la búsqueda de formas de vida que
a cualquiera de nosotros se nos escapan y de las que incluso participamos sin
ser conscientes de ello. Ahora aparece uno más y viene a decirnos que, sobre el
desperdicio que hacemos de los alimentos
en las diferentes comunidades españolas, nosotros, los andaluces, desechamos
nada menos que sesenta y nueve kilos de comida al año. El año pasado estos
mismos técnicos desarrollaron otro estudio sobre este mismo tema con Europa de
fondo y llegaron a la conclusión, luego de exhaustivos detalles sobre
comportamientos, actitudes y entregas sociales, además del almacenaje, uso y
planificación de la comida en los hogares europeos, de que tirábamos a la
basura, de media, alrededor del veinte por ciento de los alimentos que
comprábamos. Entonces, en nuestro país representaba una pérdida de 2,9 millones
de toneladas de alimentos desperdiciados anualmente, cifra que como pueden
comprobar representa un exceso que ni entonces, pero especialmente ahora,
podemos soportar.
La nota más preocupante, aunque
también esperanzadora si tenemos en cuenta el contexto en el que se desarrolla,
es que gran parte de la comida que tirábamos se podía haber consumido con una
mejor planificación, almacenaje y conservación, es decir, que conociendo las
causas, la posibilidad de eliminar esta deficiencia nos permitiría avanzar más
y mejor en la búsqueda de una compra responsable y ajustada a la realidad
familiar.
Desde este importante y detallado trabajo se nos alerta del gran desperdicio de
alimentos especialmente en seis comunidades autónomas; a saber: Andalucía, Cataluña,
Galicia, Madrid, País Vasco y Comunidad Valenciana. Al mismo tiempo revela lo
que les hemos dicho hace un momento, es decir, los andaluces tiramos a la
basura unos trescientos euros al año de comida, lo que suma un total aproximado
de casi seiscientas toneladas. En este contexto, aunque los andaluces afirmamos ser una de las
regiones que menos excedentes de comida producen, como hemos visto la realidad
es muy distinta.
Lo primero que nos llama la atención
es que la fecha de finalización de este trabajo es de 2011, es decir, que hemos
sido analizados en tiempos de crisis económica y parece que no hemos aprendido
a comprar lo que realmente necesitamos en todos los órdenes, aceptando de buena
gana que la compra debe hacerse siempre con el objetivo de conseguir una dieta
equilibrada y nutritiva que nos permita disfrutar de buena salud y huir de la
obesidad, lo más parecido a una pandemia porque afecta a una gran mayoría de
personas en todo el mundo y que también en nuestra tierra hace estragos en
personas de todas las edades. Es cierto que los tiempos que corren nos han
obligado a dedicarle más tiempo e imaginación a la cesta de la compra, y más
desde que la oferta entre unos y otros expendedores de artículos de alimentación
es significativamente diferente, pero la escasez de dinero no nos permite florituras exóticas y menos excesos de
ningún tipo.
Lo que se cuida con más interés y
objetividad es nutrir adecuadamente a la familia, detalle que incluso ha
cambiado las pautas de los alimentos que consumíamos hace solo unos años, a los
que accedíamos con relativa soltura económica y que han ido socavando la salud
de nuestro organismo. Los tiempos que corren nos han obligado a volver a los
que las verduras y las legumbres eran alimentos básicos e imprescindibles en la
dieta familiar y que habíamos olvidado y que tanto nos benefician. Quizás se
trate de lo único positivo que nos ha traído la crisis económica.