Comenzamos el año escuchando que 2013
será el año en el que finalizará por fin la recesión económica, que es lo mismo
que decir que dejará de perderse empleo y que, aunque se dice que tibiamente,
comenzará a mejorar el mercado del trabajo. Evidentemente, se trata de
predicciones realizadas por políticos con responsabilidad de gobierno y,
consecuentemente, debemos analizarlas desde la perspectiva interesada de
quienes todo lo que dicen y no siempre hacen es dar una buena imagen de la
crisis que especialmente estamos soportando los españoles de a pie y que a
ellos ni les roza. No obstante, si de lo que se trata es de ser agradecidos,
pues eso, que les agradecemos sus mensajes positivos porque, aunque sea solo
por unos minutos, nos animan a seguir aguantando la peor parte de los malos
momentos que atravesamos.
A todo esto, los que firmaron nuestra ruina, los que organizaron el caos que nos ha hundido, siguen aumentando sus beneficios de forma vergonzosa y, además, dañando el mercado laboral de nuestro país y aprovechándose descaradamente de la reforma laboral que aprobó en su día el Gobierno y que les permite, por ejemplo, poner a sus empleados en la calle casi sin que les cueste un euro. Por cierto, que la susodicha reforma laboral, que se aprobó, aseguraban desde el Ejecutivo, para generar confianza en los empresarios para que contrataran trabajadores, por el momento solo ha servido para aumentar en más de medio millón las cifras que controlan las oficinas del INEM. Pero ahí está, no obstante, defendida en solitario por la andaluza Fátima Báñez y acumulando cifras negativas desde el día siguiente a la que fue aprobada. Es cierto que en diciembre descendió en casi sesenta mil el número de desempleados, pero todos coincidimos en asegurar que eso es comida para hoy y hambre para mañana.
Pero insistimos que debemos agarrarnos al clavo ardiendo que nos envían desde el Gobierno cuando anuncian que estamos a punto de ver de cerca los brotes verdes a los que tanto han echado mano en los últimos meses. En todo caso, vivir ilusionados activa en nosotros perspectivas más positivas de la realidad en la que nos desenvolvemos y nos permite interpretar el momento, quizá, con intereses diferenciados de los que habitualmente hemos venido usando. De hecho, estamos de acuerdo en que este tipo de mensajes ayudan claramente a todos los colectivos implicados en la mejora general del país, pero debemos aceptar también que lo complicado realmente es mantener esta actitud positiva basada en los mensajes gubernamentales que regularmente nos llegan cargados de ilusión, que es algo que no nos atrevemos a valorar por no participar en condicionar a nadie, y menos en quienes están convencidos de la buena nueva oficial y que, efectivamente, este año será el último en el que nos desenvolvamos en recesión y que en 2014 comenzará la etapa económica que dé paso a la mejora general del país.
Quizá lo mejor sería que acogiéramos la situación con más rigurosidad y aceptáramos que algo se está haciendo por parte de nuestros gobernantes, y que es muy probable que de todo esto se desprendan políticas que nos beneficien directa e indirectamente. Eso sí, caer en el error de que la mejora que tanto necesitamos llegará en poco tiempo puede resultar muy negativa para los más sensibles, aunque será mucho peor para los parados de larga duración, que esperan un puesto de trabajo que les permita salir de su particular crisis cuanto antes, porque la desilusión supondría una recaída de complicada recuperación.
