miércoles, 16 de enero de 2013

¿DE QUÉ SE EXTRAÑAN?

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El maremágnum de la vida, ese que nos lleva y nos trae a donde caprichosamente quiere, sigue azotándonos con fuerza y haciendo que sean muchos, cada vez más, los que tengan que vérselas con un destino adverso y de compleja interpretación. De momento, como sin querer molestarnos, ha participado activamente en la pérdida de posibilidades económicas de gran importancia para el sostenimiento de la familia y de sus habituales y por otra parte justificadas necesidades. Pero la cosa ha ido más lejos y también nos hemos ido quedando sin trabajo, que es lo que nos faltaba para que, como hemos dicho, la situación pase directamente a ser muy peligrosa, y no ya para mantener lo que teníamos, sino para no quedar suspendidos en el limbo en el que se ha convertido para millones de personas la  vida. Depender tanto de las posibilidades que nos permite tener un puesto de trabajo, desde el pago de la hipoteca a la continuidad de la vida familiar en todos sus órdenes, es en estos momentos un escollo que sencillamente no nos permite conciliar el sueño. Lo que antes era una noticia esporádica se ha convertido en una cruda realidad para miles y miles de personas. Son precisamente las que nos encontramos en las infinitas colas a las puertas de las oficinas del paro, y todos tienen rostro y una historia que contar.


Uno entiende, aunque desde luego no comparte, que la situación económica del país no da para más, pero seguimos sin interpretar bien cómo se las han apañado para hacer tanto daño a quien, por mucho que lo intenten, ¡y vive Dios que lo hacen insistentemente!, ni siquiera han tenido vela en este entierro. La economía semimuerta que nos arrastra al abismo sin billete de vuelta ha acotado con sangre los límites de los perdedores y los obliga a desenvolverse en un oscuro futuro personal y familiar. Mientras, lo de siempre, esos que la liaron en su día y que nos han estropeado el sueño que disfrutábamos hace unos años, siguen siendo los privilegiados, los que no solo tienen empleo, sino que lo obtienen de la caja grande que lo guarda todo, incluso el poco dinero que nos queda. Y como tienen la llave que la abre y la cierra, eso sí a cambio de legislar a su favor o conveniencia, solo tienen que dictar cuáles son sus necesidades para que éstas sean cubiertas inmediatamente.

Precisamente porque nuestro día a día está establecido así y no podemos hacer nada para evitarlo o siquiera corregirlo, nos extraña de que a su vez se extrañen que nos tienen hasta la coronilla de sus excesos y abusos. Un día el protagonismo es para un ladronzuelo de dinero público en Cataluña, con dos ejemplos significativos recientes; otro, en Madrid y con implicaciones de la cúpula del gobierno de la comunidad; y no falta el que por nuestra tierra se los llevó a manos llenas, aunque parece que éste, al estilo de Diego Corrientes, lo repartió entre sus más allegados. Y no digamos nada de Valencia, o de Galicia o Castilla-La Mancha. Esto es: España está manchada por tanto chorizo que anda suelto y que podemos ver hasta en la mismísima familia real, que es lo que nos faltaba para que tan alta institución nos empiece a caer mal.


¿Y qué hacen los que pueden evitar tanto acopio de dinero conseguido indebidamente? Pues más bien poco, no sabemos si porque ellos tienen también intención de seguir sus pasos o sencillamente porque los puestos que ocupan los han conseguido a base de favores que ahora deben pagar. Lo evidente es que desde los ayuntamientos al Gobierno de la nación, se buscan incansablemente fórmulas más o menos legales desde las que escamotear algo de dinero con fines que vaya usted a saber. Así, si andan en consorcios de basuras y aguas, huyen de ellos  a cambio de sabrosas comisiones; si se trata de camposantos, estamos en las mismas, y si la cosa va de grúas, el interés está por encima de los abusos que se producirán. Lo extraño es que se extrañen, repetimos, de que la gente salga a la calle a manifestar su disconformidad en público. ¡Eso sí que nos extraña a nosotros!