La necesidad empuja con fuerza y lo
propio, lo que toca en los tiempos que corren, exige de todos nosotros el uso
de la imaginación para algo tan elemental como podía ser llegar a final de mes
con algo de suerte. En una situación de crisis económica de la categoría que
padecemos, la pérdida de sinergias de cualquier tipo desde luego que no es nada
aconsejable por razones evidentes. Por eso entendemos que personas con
expedientes de desempleo de largo recorrido y con escaso futuro laboral, se
afilien a sus propias ideas y busquen
apoyo entre quienes, como ellas y ellos, han descartado la posibilidad de
encontrar un lugar donde aplicar su experiencia laboral. El callejón sin salida
en el que se desenvuelven a diario, con el agobio de quien tiene la ineludible obligación
de sacar a su familia adelante sin casi recursos, representa un contratiempo a
veces complicado de superar si tenemos en cuenta que estas personas no usan de
los habituales mensajes de ánimo que van y viene en busca de receptores y que
sus necesidades se limitan a comer; y si es posible, tres veces diarias, que
tampoco es sencillo.
Con un panorama tan desalentador,
cualquier exceso se multiplica por mil y se usa como infalible arma crítica.
Quizá por eso han alcanzado tanta trascendencia los casos de corrupción que
vamos conociendo, porque comprobamos, atónitos y perplejos por la desfachatez
con la que lo viven algunos de los encausados, que en nuestro país lo de
llevarse lo que no es de uno casi está primado por las propias leyes. Sin ir
más lejos, tenemos el caso de una señora de La Coruña que, porque no abonó
dos recibos del año 2011 del piso que tiene alquilado, ahora la echan a la
calle, o al menos lo han intentado. Al mismo tiempo, en la misma página del
periódico o en el mismo telediario televisivo, aparece un señor que se ha
llevado no sé cuantos millones de euros y que acaba de llegar de una estación
de esquí canadiense como si tal cosa, y encima se atreve a faltarle el respeto
a todo el que lo critica. Por supuesto que no es difícil entender la situación,
porque en el primer caso se ha dictado sentencia y en el segundo la cosa va
para largo, pero convendrán con nosotros que cuando menos nos sirve para
reafirmarnos en que España es diferente.
Efectivamente, la realidad, la
realidad de nuestro país, supera ampliamente a la ficción, a lo novelesco. El
drama que vivimos, por cierto cada vez peor, se está llevando por delante a
quien se le ocurrió ponerse en medio, entiéndase a aquellas personas que
decidieron en su día firmar una hipoteca o solicitar un préstamo para ampliar
las posibilidades de su empresa, que han pasado de ser meros actores de tercer
orden para convertirse en unos de primera especial a los que la Justicia y la Banca le persiguen y acosan
sin descanso. A éstos especialmente, la crisis les ha arrebatado lo que en
realidad siempre tuvieron en el aire, pero que, de poder haber cumplido con sus
obligaciones de pago mensuales, otra situación bien diferente les sonreiría
hoy. La verdad es que nadie les avisó ni puso remedio para evitar lo que se nos
venía encima. Se hablada de crisis mientras, al mismo tiempo, seguían dando
créditos a todo el que se asomaba a la entidad bancaria con cara de ingenuo.
Sin embargo, noten ustedes cómo los banqueros no solo no reconocen su gravísimo
error, sino que lo que supuestamente han perdido o dejado de ganar lo están
supliendo con el dinero público que el Estado les ha inyectado a manos llenas.
Por el momento, conocemos a los
perdedores. Los que se lo han llevado fresquito, los que se han atiborrado de
regalos y comilonas, y viajado por el mundo a cargo de las entidades bancarias
que ellos gestionaban, esos que antes de irse se han aprovisionado de unos
cuantos millones de euros para poder mantener su nivel de vida, acuden a los
tribunales y salen de rositas mientras miles son las personas a las que han
robado. ¡Y no pasa nada! ¿Somos o no somos diferentes?
