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Desde hace unas semanas venimos insistiendo en que
las sillitas de los niños que se colocan en los automóviles deben estar
homologadas y que ésta, la homologación, sea visible para el comprador. Y no crean que se lo contamos porque
entendamos que es fundamental para la seguridad del menor, que lo es, sino
porque entre la oferta encontramos infinidad de ellas que no superarían ninguna prueba de esfuerzo.
Sin embargo, sepan que casi el cuarenta por ciento de los niños muertos a causa de un accidente
de tráfico durante el ejercicio pasado no usaba sistema alguno de retención
infantil, es decir, que iban sueltos. De los trabajos que realizan las
organizaciones que se dedican a controlar este tipo de accidentes, sabemos que las sillitas infantiles son
capaces de reducir casi un ochenta por ciento de las lesiones que se producen
en caso de accidente. En nuestro país perdieron la vida en la carretera 49
niños menores de 14 años, y el ochenta por ciento de ellos tenía doce años.
Se entiende, por tanto, la preocupación de la Unión Europea a este
respecto y de ahí que esté imponiendo en los países que la conforman la
colocación de sillas especiales porque su ubicación en el interior del vehículo
deberá ir obligatoriamente en sentido contrario a la marcha y en ningún caso en
el asiento delantero. Y todo porque un estudio de los diferentes sistemas de
retención infantil ha demostrado que las sillitas que han conseguido mejor
calificación durante el choque frontal son aquellas que se montan en sentido
contrario a la marcha. Entre otras razones técnicas, porque este tipo de
sistemas no permite movimiento relativo entre la cabeza y el torso, ya que el
conjunto de la sillita retiene por
completo el cuerpo del menor durante el choque.
En nuestro país, a la espera de conocer si
finalmente se adopta este modelo, que conoceremos en primavera y que formará
parte de un conjunto de decisiones que el Gobierno tiene previsto adoptar para
mejorar la situación actual del tráfico, nos mostraremos incondicionales de
este nuevo sistema, aunque no del todo, porque hace años que lo conocemos y
sabíamos de su efectividad. Otra cosa es el planteamiento que se hacen los
padres ante la disyuntiva de elegir la mejor y, al mismo tiempo, la más barata
de las que se encuentran en la amplia oferta del mercado. Desde nuestra
perspectiva, ni la mejor ni la peor y sí la homologada, que debe ser una
exigencia ineludible por razones de seguridad del menor que la utilice. El hecho
de que haya sido homologada, por otro lado, nos advierte de que ha superado los
exigentes controles a la que ha sido sometida, olvidándonos de su aspecto más o
menos llamativo o que haga juego con la tapicería de nuestro coche.
Ir
a lo seguro en adquisiciones de esta clase, es decir, comprar calidad porque
redundará en beneficio de los ocupantes de nuestro automóvil, y más si se trata
de los más pequeños, debemos contabilizarlo como un gasto ineludible y ni
siquiera debíamos poner el coche en marcha sin este dispositivo instalado. Y no
tanto porque nos caerá seguro una sanción económica importante y sí porque,
mientras dure el desplazamiento, el menor estará en una clara indefensión con
el resto de los ocupantes. En cuanto al sí o al no de que éstos viajen en el
asiento delantero incluso en silleta, nuestra más radical oposición. Primero,
porque recuerden que entre los usuarios a este asiento se le conoce como “el de
la muerte”; segundo, porque esta ubicación ha sido egoístamente elegida por el
padre o la madre para su propia comodidad, ya que al tenerlo a mano lo controla
mejor. Sin embargo, estas atenciones suponen la pérdida del control sobre el
vehículo, ya que si atendemos el llanto del menor o la pérdida del chupete es
evidente que no estamos conduciendo y eso representa un altísimo peligro de
salida de vía o de colisión.