Como preveíamos ayer, las posiciones
de los otros protagonistas del río, es decir, los que siempre han salido
perjudicados por las diferentes actuaciones de las Administraciones implicadas
en la solución general de los problemas que genera a su paso por nuestras
tierras, no se sienten identificados ni con las declaraciones de los
responsables de la
Confederación Hidrográfica del Guadalquivir
que tuvieron a bien desplazarse el martes a nuestra ciudad para mantener un
encuentro con ellos, ni con la actitud del Ayuntamiento, porque entienden que
se posiciona en el lugar que le han elegido sus superiores y desde luego muy
alejado de la realidad. Por el momento, tanto la plataforma que defiende los
intereses de los propietarios a los que se les han inundado sus tierras como el
Partido Socialista, han salido a dar la cara en sendas ruedas de prensa y han
puesto sobre la mesa cuáles son sus desacuerdos. Nosotros dejamos que ustedes
escuchen sus impresiones para luego entrar de lleno a exponer lo que hayamos
podido deducir de las dos partes.
Ayer mismo decíamos que
considerábamos como un éxito el hecho de que se hubiera conseguido reunir a las
partes. Y lo seguimos manteniendo porque ha sido la mejor forma de desenmarañar
un asunto viciado políticamente, aunque al mismo tiempo tengamos que admitir
que no se ha conseguido del todo. El hecho, por ejemplo, de que se haya dejado
caer que la presa quizá no sea del todo la culpable de las inundaciones que se
contabilizan en nuestro término municipal, es evidente que ha herido muchas
susceptibilidades y no menos se haya echado por tierra la opinión de
profesionales cualificados, que sí aseguran por escrito que es ésta la
responsable directa de todos nuestros males acuáticos. Por otra parte, no tener
en cuenta la opinión de los viejos del lugar no siempre es aconsejable si
tenemos en cuenta que la experiencia es un bien que se ha tenido en cuenta sea
cual sea lo que se quiera aclarar, y en lo de la presa no parece si quiera que
quepa duda. Pero también lo decíamos ayer: habrá que esperar a que nos lleguen
las razones expuestas por la
Confederación para opinar en consecuencia, que solo faltaría
que, después de tanto padecimiento y de ir y venir cientos de veces, nos
cerráramos en banda y nos negáramos a aceptar las opiniones que no coincidan
con las nuestras.
De acuerdo con la situación real
establecida, todas las opiniones son válidas si su finalidad es la de ayudar,
la de encontrar soluciones y ponerlas en práctica. Por eso nos sirven las de
unos y también las de otros, porque entendemos que las intenciones de todos los
que por esta causa se vuelven a enfrentar tienen como objetivo erradicar el
problema. Y si la actitud de la Confederación no es la que esperábamos, ni
siquiera la que se ajusta a la realidad del río, es cosa de demostrarle su
error si es que existiera. Todo lo demás no nos lleva a ninguna parte y nos
mantendría en el callejón sin salida en el que nos han mentido entre unos y
otros, y del que parece que no nos será fácil salir. El hecho de que llevemos
los últimos treinta años a vueltas con las inundaciones es un dato que anuncia
la desgana de la
Administración por eliminar una situación que es de su
propiedad y que no puede transferir a nadie.
Nosotros estamos convencidos de las buenas intenciones de las partes y de ahí que volvamos a replantearnos las posiciones relativizándolas y magnificando solo aquello que de verdad exija la intervención inmediata de hombres y máquinas que eviten males mayores. Y no se trata de que los afectados bajen la guardia y los administradores se pongan medallas, sino de trabajar conjuntamente para eliminar las trabas legales que aducen estos últimos para frenar lo que técnicos y damnificados han calificado como su mayor enemigo y que no es otro que la presa de Marmolejo.
