jueves, 12 de septiembre de 2013

A LA VUELTA DE LAS VACACIONES, ¿HA CAMBIADO ALGO?

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Volvemos de las vacaciones con la sensación de que todo sigue igual. De hecho, si no fuera por el asunto de la corrupción entre parte de la clase política y la evolución que ha registrado estas últimas semanas, lo dicho: todo sigue igual. Cierto que tenemos registradas algunas actuaciones de personas ligadas a nuestro futuro que hemos guardado en nuestra memoria para cuando convenga sacarlas a la luz y que, aunque tampoco han sido espectaculares, sí que han motivado a otras personas que, más que porvenir, lo que tienen en realidad es un por llegar. O sea, a los desesperados. A todo esto, confirmar públicamente que  la feria ha acabado con nuestros escasos recursos económicos que nos quedaban, o sea, escuálidos bolsillos, y que somos conscientes de que nos enfrentamos en precarias condiciones a la recta final del año. Pero todo se andará, que darle perspectiva a las cosas casi siempre suele dar buenos resultados, o cuando menos mejores que cuando nos desenvolvemos entre la angustia y la desesperación. Y es que decidir bajo presión no es desde luego lo más aconsejable, y más cuando las consecuencias negativas que se deriven de ésta no solo las sufriremos nosotros.

Lo que ocurre es que hasta ahora lo único que les ha llegado de parte de los gobernantes a las personas que perdieron su trabajo al mismo tiempo que sus ilusiones personales y familiares, es que la recuperación del estado del bienestar está al llegar, que es cosa de meses y que, de hecho, ya se percibe luz a la salida del túnel. Es más, mientras nuestros dirigentes insisten en que la recesión económica ha acabado y que el año próximo se creará empleo neto, los que de verdad mandan en nosotros y nuestro futuro, es decir, Europa, aseguran todo lo contrario. ¿Quién tiene razón? Todo indica que los más interesados en que nos creamos sus mensajes de mejora a corto plazo son aquellos que tienen que vérselas con las urnas en las cada vez más próximas elecciones,  puesto que lo que menos desean es perder el poder. Los otros, los de fuera, nos observan con más frialdad y su único y manifiesto objetivo no es otro que el de empobrecernos aún más, si es que ello es posible. Y en medio, nosotros, que mantenemos la misma cara de tontos y que seguimos sin entender casi nada de lo que ocurre a nuestro alrededor.

Es verdad que el vodevil en el que se desenvuelve nuestro país, y que va desde la separación de Rosa Benito hasta las vacaciones que disfruta en Soto del Real Luis Bárcenas, influye en nuestro estado de ánimo, aunque finalmente no sabemos si para bien o para mal. Y es que cuando un país como el nuestro mantiene en nómina a tanto corrupto, con nada menos que parte de la familia real envuelta en un asunto turbio como pocos, en el que están a punto de imputar a la alcaldesa de Valencia y al expresidente de la Generalidad de esta comunidad; en el que actualmente a jueza Alaya ultima el caso de los ERES de la Junta de Andalucía, que es la misma comunidad autónoma en la que se ha descubierto una muy probable corrupción del sindicato UGT, que también parece que está inmerso en los ERES; en el que el partido que gobierna el país recorre aguas sucias y turbulentas sencillamente porque lleva todas las papeletas para que la Justicia demuestre que se ha financiado ilegalmente; en el que los más listos de la clase, concretamente unos cuantos alcaldes, se han atiborrado de dinero público y privado vendiendo suelo al mejor postor… En un país, en fin, en el que sus dirigentes, centrales y autonómicos, derrochan un dinero que no es suyo sin caérsele la cara de vergüenza, en el que son miles los empleados públicos que disfrutan de puestos bien pagados sin haberse enfrentado a concurso público, etc., etc., lo menos que se nos pasa por la cabeza, y más ante la ruina personal que tenemos encima,  es pensar que nosotros no lo hemos hecho del todo bien, que debíamos haber entrado a saco a llevarnos el dinero calentito y que luego, delante del juez de turno, haber negado la mayor o simplemente contestar que no nos consta, hoy todo nos resultaría más fácil. De hecho, solo habría sido necesario un puesto de chófer de algún director general para que nuestras vidas y las de nuestra familia hubiera sido otra bien distinta

En fin, divagar no cuesta nada y está claro que a veces nos excedemos. Mejor es que nos quedemos con lo único que nos pertenece y que es intransferible, es decir, la coherencia y la dignidad, nuestro sello personal que cada día que pasa, por cierto, nos cuesta más controlar.