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En el
mundo globalizado en el que nos desenvolvemos, no siempre, por
cierto, con facilidad, sin duda que la generalizada crisis económica
que padecemos no deja de pasar factura a los países. Sin ir más
lejos, ayer conocimos los recortes que tiene previsto acometer con
urgencia Holanda, un país que disfrutaba de una renta por cabeza de
primera línea y que hasta ahora había sido reclamo para
inversores, a los que esta nación les ofrecía infinidad de
posibilidades y, sobre todo, mucha seguridad para su dinero.
Suponemos, por tanto, que no tardaremos en ver a parte de sus
ciudadanos manifestándose en sus calles y avenidas quejándose de lo
que no están dispuestos a aceptar, al menos de buena gana. Si antes
han visionado las imágenes en los que sus Gobiernos, como es nuestro
caso, optaron por reducir el gasto de forma drástica, es posible que
dejen lo de manifestarse para otra ocasión, porque habrán
comprobado que no ha servido de nada. Pero no solo en España, porque
Italia está en pie de guerra, como Grecia y Portugal, y Francia hace
unas semanas que su ciudadanía tose con más fuerza de lo que sería
deseable.
En
nuestro particular caso, es evidente que no acabamos de entender bien
lo que se propone el Gobierno, más que nada porque, como dijimos la
semana pasada, los mensajes que nos llegan procedentes de ministerios
como el de Economía, Hacienda y Trabajo son tan dispares, tan
enfrentados unos a otros, que uno acaba por no entender nada. Así,
el de Trabajo mantiene que los jóvenes se marchan de España por el
espíritu aventurero propio de la gente joven, y que es positivo
porque la acumulación de conocimientos y experiencias les resultará
beneficiosos para cuando regresen a su país, aceptando, no obstante,
que el paro no nos permite dar saltos de alegría. Si el mensaje
viene con el sello del de Economía, teniendo en cuenta que el señor
De Guindos se ha convertido en un magnífico prestidigitador, asegura
que no existen parámetros económicos que anuncien que la labor que
se ha realizado por parte del Ejecutivo no acabará siendo
determinante para la salida de la crisis, a la que intuye cerca.
Finalmente, de los diferentes parlamentos que le hemos escuchado a
nuestro paisano Montoro, sin duda que mantiene que nuestro país será
un ejemplo para el mundo el próximo año, asegurando desde su
habitual optimismo, que será cuando salgamos del mal momento porque
el que pasa España. Luego, en la calle, cuando tratamos de
confrontar los argumentos de unos y de otros y la realidad en la que
nos desenvolvemos, es imposible estar de acuerdo. Sin embargo,
tendremos que esperar a que la evolución de los acontecimientos nos
permita tener una visión cuando menos próxima a la de nuestros
ministros, que es la única fórmula mágica que conocemos y que
tiene mucho que ver con la paciencia.
En
situación de tanto malestar, porque debemos introducir en este
comentario la figura del trabajador sin trabajo, ése que parece no
contar para nadie y que solo es un número en las oficinas en donde
el Estado controla el movimiento de los trabajadores en busca de
empleo, que sigue empeñado, ¡qué le vamos a hacer!, en quejarse
porque nadie le socorre en sus mínimas necesidades. Cuando nosotros
dijimos en este mismo espacio, hace cuando menos dos años, que la
figura del padre y de los abuelos no tardaría en convertirse en el
único referente de los hijos para sobrellevar la crudeza de la
crisis, no faltaron los que mostraron su desacuerdo asegurando que
exagerábamos, hoy, y que conste que lo sentimos, comprobamos que
descaminados del todo no íbamos. Así las cosas, como si se tratara
de una persecución en toda regla, el Gobierno ha decidido meter mano
a las pensiones con el objetivo de hacerles una quita importante.
¿Quiere esto decir que lo que pretende en realidad es acabar con los
sintrabajo que viven a cargo de sus mayores jubilados?