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De
acuerdo con la opinión mayoritaria de las partes implicadas en las
carreteras, desde los usuarios a los profesionales y empresas que
se desenvuelven en el sector, un año más el Gobierno abandona de
manera consciente las carreteras del país. Y todo porque la
inversión en nuestras carreteras, una vez comprobados los
presupuestos generales para el año que viene, no solo no se
invierte, sino que se reducen en nada menos que ochocientos
millones de euros con respecto a este 2013. Sin embargo,
la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico,
la OCDE,
ha recordado en un informe publicado recientemente lo que desde hace
mucho tiempo es obvio para una buena parte de la sociedad: que las
infraestructuras del transporte son pilares básicos para el
desarrollo económico. Concretamente, en España, el transporte
presenta una estructura modal según la cual el noventa por ciento de
los desplazamientos de viajeros y el ochenta y cinco de las
mercancías se realiza por carretera. Con todo y todos en contra, el
proyecto de ley de los Presupuestos Generales del Estado para 2014,
los llamados “presupuestos de la recuperación” no parecen
atender ni a las consideraciones de la OCDE ni a la realidad de
nuestro país. Y desde luego que, ni mucho menos, son los
presupuestos de la recuperación en lo que al sector viario se
refiere.
Los
recursos totales del Ministerio de Fomento se ven mermados en algo
más de 1.000 millones de euros, y como consecuencia, las inversiones
disminuyen en una cantidad similar. En línea con esta realidad,
la partida destinada a carreteras se reduce, como hemos dicho, en más
de 800 millones respecto del presente ejercicio, y pasa a representar
casi el veinticinco por ciento de la inversión total, cuando este
año, que ya ha sido nefasto para la red de carreteras españolas,
ese porcentaje fue de un treinta por ciento. Consecuentemente, se
ahonda en la desigualdad, ya que se invierte menos porque la tarta es
más pequeña, pero es que del porcentaje de esta tarta, a las
infraestructuras viarias le corresponden también inversiones
ridículas, y todo porque se está a favor del tren de alta
velocidad. Ante estos números, estamos ante unos presupuestos en los
que no se adivina el modelo de crecimiento del que tanto habla el
Gobierno, unos presupuestos que anteponen lo urgente a lo importante,
y eso casi siempre es negativo.
Que
no hay dinero parece evidente y no solo en el Gobierno, pero lo que
no resulta tan claro es el criterio utilizado para su distribución,
que nada tiene que ver con el peso específico de cada modo en el
conjunto de la movilidad y la economía del país, detalle que
preocupa y rechazan las empresas y los técnicos especializados en
este tipo de obra pública. Son precisamente éstos los que
consideran que los 2.153 millones de euros que se invertirán en
carreteras el año próximo, teniendo en cuenta que es en ellas donde
se desarrolla el modo de transporte más importante del país, hacen
imposible cualquier política de gestión viaria mínimamente
coherente y eficaz. En cuanto a la partida destinada a la
conservación, que es de 818 millones, se puede decir que resulta a
todas luces insuficiente y ridícula para contener el deterioro de la
ya por sí dañada red viaria a cargo del Ministerio de Fomento. El
resultado confirma que en poco tiempo sólo tendremos el recuerdo de
que nuestra red viaria fue una de las mejores de Europa.
Finalmente,
aceptar que se trata de una situación a la que sólo podemos
observar como meros e inútiles espectadores. Primero, porque no se
han atendido las opiniones de nadie; segundo, porque una vez incluido
en el presupuesto, el dinero es el que es y no se puede mover. Por lo
tanto, a esperar a tiempos mejores, si es que llegan de una vez,
claro.