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Algunos
de los acontecimientos que ocurren cerca de nosotros, por no poder
controlarlos y por ser incapaces de prevenir sus consecuencias,
acaban siendo determinantes en las vidas de las personas. Y no porque
no estemos donde debemos, ni porque vivamos alejados de la realidad;
si acaso, porque algunos de ellos nos parecen tan increíbles, tan
absurdos y peligrosos, que sinceramente no valoramos como en realidad
merecen. Por ejemplo, echamos mano a uno que ha ocurrido hace unos
días, aunque no precisaremos dónde por razones obvias. Ocurre que
la policía ha detenido a cuatro chicos, todos menores de edad,
porque han difundido lo que podemos llamar unas imágenes subidas de
tono de una chica de quince años que ésta había enviado de forma
voluntaria a un amigo, al que suponemos que muy, muy amigo, no
debería de ser, porque de otra forma no se entiende que se le envíe
un vídeo erótico y que éste no tarde en compartirlo con otros
usuarios. La primera valoración que se nos ocurre es que eso de los
amigos-amigos es algo que siempre debemos cuestionar y no confiar del
todo en quienes nos rodean.
La
vía que usó la chica para comunicarse con su amigo fue el teléfono
móvil, y lo hemos conocido porque ha sido la propia madre de la
menor la que lo había denunciado ante la policía, que recibió el
citado vídeo sexual en el que la menor era la protagonista. El amigo
en cuestión, al que está claro debemos poner en cuarentena su
supuesta amistad, también menor de edad como ella, no tardó ni dudó
en hacer lo propio entre sus amigos. A partir de ese momento la mecha
se enciende del todo y se inicia la imparable propagación de las
imágenes de la chica. Es tal la promoción que se hace del vídeo,
que incluso llega a una red social que fue determinante para que lo
pudiéramos encontrar en cualquier portal de Internet de moda.
Naturalmente, la policía, al tiempo que se puso a trabajar para
detener su difusión, recordó la importancia que acaban alcanzando
actuaciones de este tipo, que siempre son un error y que, en el caso
de los menores de edad, pueden ocasionar situaciones de chantaje y
llegar hasta el acoso en los centros escolares.
Llegados
a este punto, plantearse qué hemos hecho para merecernos esto, que
cómo es posible que una menor de edad, que debía estar preocupada
por su futuro y tener los estudios como objetivo prioritario, dedique
parte de su tiempo a protagonizar un vídeo erótico para
enviárselo a un compañero, suponemos que con el fin de
captarlo para que pase de ser simplemente amigo a ofrecerle su
cuerpo y su cama para lo que le apetezca, nos parece la reflexión
más elemental. La primera respuesta que nos llega es la que denuncia
el hecho de que los menores posean un teléfono móvil desde el que
realizar fotos o vídeos con solo tocar un botón y que pagan sus
padres sin pedir nada a cambio, porque es evidente que podían tener
otro que solo pudieran utilizar para comunicarse con los amigos o la
familia a través de llamadas; tampoco faltan los que aseguran que el
núcleo familiar falla estrepitosamente y que este tipo de
deficiencias de los menores tienen su origen en la falta de atención
que los jóvenes perciben de sus padres, que les permiten hacer y
deshacer como les viene en gana.
Lo
miremos desde donde lo miremos, usemos la justificación que creamos
más probable y emitamos un juicio de valor para sentar las bases
desde las que regir el uso de los móviles entre los más jóvenes,
la realidad es que una chica de quince años decidió desde
su libertad confeccionar un vídeo que ha sido calificado como
pornográfico, es decir, que estamos ante un caso de gran envergadura
y no exento de intención por parte de la protagonista, que ha
cruzado la frontera del móvil del chico en cuestión y que éste ha
lanzado al mundo. Esto quiere decir que la intimidad de esta chica
forma parte de todos los que hayan conseguido el vídeo y que,
consecuentemente, es muy probable que incluso le cambie la vida o la
dañe psicológicamente. Es verdad que el tiempo suele acabar pronto
con este tipo de noticias, pero mientras mantenga el nivel de
protagonismo del que parece ahora disfruta en las redes sociales, le
va a doler la cabeza a ella y a su familia. La policía,
experimentada y especializada en casos de este tipo, sigue
insistiendo en que lo mejor es no introducir en el correo de nadie,
incluso en el mejor de tus amigos, imágenes que puedan comprometer
la intimidad del protagonista.