martes, 29 de octubre de 2013

LA VIOLENCIA DE GÉNERO Y SUS EXIGENCIAS

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Si nos damos prisa y no nos falta la suerte, la cifra de mujeres asesinadas en nuestro país en lo que va de año es de cuarenta y ocho. La semana pasada fallecieron dos y, si nos atenemos estrictamente a las macabras estadísticas que presentan este tipo actuaciones del compañero sobre la mujer, lo más probable es que nos veamos obligados a certificar otros asesinatos. Por lo tanto, de nuevo nos encontramos en el mismo punto de partida, con infinidad de muestras de rechazo, declaraciones de los responsables políticos de esta área, con trabajos periodísticos de gran importancia, pero con el problema sin resolver. Miles son los euros invertidos en mantener las estructuras políticas que se supone cuidan de que no se produzcan este tipo de situaciones: inversiones en el equipamiento policial, en remodelar los despachos de los casi siempre designados a dedo en edificios inteligentes, en cambiar el coche del que sustituye al recién cesado, en campañas publicitarias de dudoso o escaso impacto social, en idas y venidas a las poblaciones que han sido agredidas por algún loco de atar, en la confección de pancartas que rechazan la violencia de género y que pide a gritos que no más muertes, etc. Pero, ya lo hemos dicho, el problema es real y está claro que no hemos sido ni siquiera capaces de llegar a la mitad de la importancia que representa para las mujeres.

Ahora parece que lo que se lleva desde la Administración es lo de educar desde la infancia y lo que desde las instituciones denominan enfáticamente como leyes transversales. De acuerdo con algunos técnicos en la materia, que desde luego tiempo y casos han tenido para aprender, el sistema fracasa justo cuando se contabiliza una muerte más. Es decir, que no aportan casi nada a lo que ya sabemos y sobre lo que seguimos esperando soluciones, sean del tipo que sean. Quizá por eso ahora se trabaje más sobre lo de la educación de los jóvenes, convencidos los técnicos de que es la mejor manera para evitar que se sigan reproduciendo patrones de violencia. Se les olvida, o quizá todo lo contrario, la estadística conocida hace unos días en la que hemos podido comprobar que entre los jóvenes de entre quince y dieciocho años ha aumentado significativamente la violencia sobre la mujer, concretamente en un treinta por ciento. Es cierto que muchos de estos chavales llegan a estas edades con la lección bien aprendida en su casa, en donde han tenido la desafortunada experiencia de asistir a violentos maltratos del padre sobre la madre y que esta malformación en la niñez acaba explotando casi siempre en la juventud, pero seguimos explicándole a la sociedad la teórica de una realidad insoportable sin pasar a la acción, como la situación pide a gritos.

En cuanto a lo que desde la oficialidad se denuncia como parte de la responsabilidad que la Administración tiene en este asunto, no se cortan los técnicos a la hora de valorar las acciones que se han previsto cuando aseguran que la ley en vigor no se ha desarrollado ni siquiera a corto y medio plazo, y que los ámbitos sanitarios y educacionales, que son definitivos cuando se trata de violencia de género, sencillamente ni siquiera se han iniciado. De hecho, denuncian que se está fallando sistemáticamente en la detección y prevención de los casos, ya que no se trata sólo del mundo educativo, sino la sociedad entera la que se equivoca a la hora de valorar con rigor el tema de la violencia de género, que es evidente necesita asumir que deben ser tratados como material tan sensible como el terrorismo.


Por el momento, a lo más que han llegado a la hora de concluir con algo que compartir con la sociedad de la que dependen para subsistir en sus respectivos cargos, es a la necesidad de revisar los tratamientos de los casos de maltrato en los medios de comunicación, planteando la necesidad de implantar controles capaces de evaluar, con capacidad ejecutiva, para poder retirar de la programación de éstos los espacios que fomenten la discriminación de la mujer, que especialmente encontramos en series de gran impacto social, en los anuncios televisivos y en la prensa escrita, y también en los grandes paneles que nos dan la bienvenida en las entradas y salidas de las ciudades. Lo dicho: nosotros estamos convencidos de que uno de los graves problemas que tiene la violencia de género es que quienes la manejan no acaban de aceptar su propio trabajo. Y es que una cosa es estar en el tajo tratando con las damnificadas y otra bien diferente es estar delante de papeles en un magnífico despacho y un sueldo más que aceptable.