jueves, 3 de octubre de 2013

LAS INUNDACIONES DEL GUADALQUIVIR SIGUEN ESTANCADAS MIENTRAS SE INICIA EL PERÍODO DE LLUVIA

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Aunque parezca que el asunto del río Guadalquivir se ha detenido, que las partes enfrentadas, especialmente agricultores afectados por las anteriores inundaciones y Gobierno, han aparcado sus diferencias, se trata sólo de un parón técnico, de un tiempo que se dedica a otros menesteres, porque lo que ambas partes tienen claro es que las inundaciones van a seguir produciéndose hasta que no se pongan las cartas sobre la mesa y se ataque el asunto como éste merece y demanda, es decir, hasta que no se elimine la presa de Marmolejo, que es, siempre según los técnicos han expresado en sucesivos estudios, la única culpable. Por el momento, la situación se define por sí misma y desde el Gobierno se nos ha dicho que está de nuevo en estudio, aunque con la diferencia de que en esta ocasión se desarrolla una especie de maqueta que, una vez terminada, permitirá a propios y extraños conocer con total certeza las verdaderas causas de las inundaciones, porque recordemos que, dependiendo de quién gobierne la nación y la autonomía, el problema puede residir en la construcción caciquil del actual pabellón deportivo, o de las escorrentías, o del bajo nivel de la cota lateral del río, ¡o vaya usted a saber!, que es lo mismo que ocurre con la supuesta maqueta, que vaya usted a saber si tiene fecha de acabado o se está a la espera de que el asunto de las inundaciones se arregle solo, que todo puede darse.

Mientras, frente a estos análisis expresados casi todos por políticos interesados, la realidad del agricultor y propietario de las tierras inundadas vive en continuada y pertinaz angustia, con la duda por compañera, porque debemos recordar a todos los que estén interesados que estas personas el único delito cometido es vivir o poseer tierras en lugar tan accesible. Por el momento, el historial de la zona es cuando menos absurdo, puesto que nadie entiende que, luego de continuadas inundaciones, el trabajo que están obligados a desarrollarse para recuperar al menos los gastos que les ha supuesto la irrupción del agua en sus propiedades pasa obligatoriamente por la contratación de letrados para enfrentarse a la mastodóntica y deshumanizada Administración, y verse obligados a esperar la resolución sin plazo fijo, que es lo que ocurrió con las anteriores indemnizaciones y ocurrirá lo mismo con estas. Analizado el asunto desde fuera, la idea que se obtiene de semejante despropósito es que no siempre la clase política está a la altura de las circunstancias, no sabemos si porque anda mal de sentimientos o sencillamente es incapaz de interpretar con delicadeza la situación de quienes no han movido un dedo para que se produzcan las inundaciones.

A partir de ahora, una vez los damnificados han comprobado que el calendario de trabajo aprobado para que le sean abonadas las cantidades a las que tienen legítimo derecho ha pasado sin pena ni gloria, incluida la descalificación política, decir que el otoño se presenta caliente es lo más previsible, entre otras razones porque mientras a unos este asunto le importa tres pitos a otros les va en ello casi su vida, por lo que en esta sutil diferencia reside buena parte de las consecuencias que previsiblemente se derivarán del desencuentro anunciado y patrocinado por quienes a lo más que llegan es a acatar la disciplina que su partido les impone. Enfrente, cientos de historias familiares alrededor de un dinero del que depende buena parte de su futuro, mantiene cada vez con más dificultad su convicción de que les pagarán lo que legítimamente les corresponde, aunque, eso sí, sin fecha de caducidad.


A partir de ahora, dependiendo de que el otoño que acaba de iniciarse sea o no lluvioso, Andújar revivirá su problema más importante en relación con la obligada convivencia que tiene con el río Guadalquivir. Por el momento, el lecho anuncia que ha perdido casi en su totalidad la profundidad que presentaba el año pasado, con lo que el agua que puede soportar es mínima. Ya nos lo dijeron los viejos del lugar: el río ni siquiera es caprichoso, pero sí necesita que nadie lo detenga, porque entonces se vuelve bravo y se lo lleva todo por delante. Y eso, si nadie lo remedia, lo volveremos a vivir este otoño-invierno y a no tardar.