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Aunque
parezca que el asunto del río Guadalquivir se ha detenido, que las
partes enfrentadas, especialmente agricultores afectados por las
anteriores inundaciones y Gobierno, han aparcado sus diferencias, se
trata sólo de un parón técnico, de un tiempo que se dedica a otros
menesteres, porque lo que ambas partes tienen claro es que las
inundaciones van a seguir produciéndose hasta que no se pongan las
cartas sobre la mesa y se ataque el asunto como éste merece y
demanda, es decir, hasta que no se elimine la presa de Marmolejo, que
es, siempre según los técnicos han expresado en sucesivos estudios,
la única culpable. Por el momento, la situación se define por sí
misma y desde el Gobierno se nos ha dicho que está de nuevo en
estudio, aunque con la diferencia de que en esta ocasión se
desarrolla una especie de maqueta que, una vez terminada, permitirá
a propios y extraños conocer con total certeza las verdaderas causas
de las inundaciones, porque recordemos que, dependiendo de quién
gobierne la nación y la autonomía, el problema puede residir en la
construcción caciquil del actual pabellón deportivo, o de las
escorrentías, o del bajo nivel de la cota lateral del río, ¡o vaya
usted a saber!, que es lo mismo que ocurre con la supuesta maqueta,
que vaya usted a saber si tiene fecha de acabado o se está a la
espera de que el asunto de las inundaciones se arregle solo, que todo
puede darse.
Mientras,
frente a estos análisis expresados casi todos por políticos
interesados, la realidad del agricultor y propietario de las tierras
inundadas vive en continuada y pertinaz angustia, con la duda por
compañera, porque debemos recordar a todos los que estén
interesados que estas personas el único delito cometido es vivir o
poseer tierras en lugar tan accesible. Por el momento, el historial
de la zona es cuando menos absurdo, puesto que nadie entiende que,
luego de continuadas inundaciones, el trabajo que están obligados a
desarrollarse para recuperar al menos los gastos que les ha supuesto
la irrupción del agua en sus propiedades pasa obligatoriamente por
la contratación de letrados para enfrentarse a la mastodóntica y
deshumanizada Administración, y verse obligados a esperar la
resolución sin plazo fijo, que es lo que ocurrió con las anteriores
indemnizaciones y ocurrirá lo mismo con estas. Analizado el asunto
desde fuera, la idea que se obtiene de semejante despropósito es que
no siempre la clase política está a la altura de las
circunstancias, no sabemos si porque anda mal de sentimientos o
sencillamente es incapaz de interpretar con delicadeza la situación
de quienes no han movido un dedo para que se produzcan las
inundaciones.
A
partir de ahora, una vez los damnificados han comprobado que el
calendario de trabajo aprobado para que le sean abonadas las
cantidades a las que tienen legítimo derecho ha pasado sin pena ni
gloria, incluida la descalificación política, decir que el otoño
se presenta caliente es lo más previsible, entre otras razones
porque mientras a unos este asunto le importa tres pitos a otros les
va en ello casi su vida, por lo que en esta sutil diferencia reside
buena parte de las consecuencias que previsiblemente se derivarán
del desencuentro anunciado y patrocinado por quienes a lo más que
llegan es a acatar la disciplina que su partido les impone.
Enfrente, cientos de historias familiares alrededor de un dinero del
que depende buena parte de su futuro, mantiene cada vez con más
dificultad su convicción de que les pagarán lo que legítimamente
les corresponde, aunque, eso sí, sin fecha de caducidad.
A
partir de ahora, dependiendo de que el otoño que acaba de iniciarse
sea o no lluvioso, Andújar revivirá su problema más importante en
relación con la obligada convivencia que tiene con el río
Guadalquivir. Por el momento, el lecho anuncia que ha perdido casi en
su totalidad la profundidad que presentaba el año pasado, con lo que
el agua que puede soportar es mínima. Ya nos lo dijeron los viejos
del lugar: el río ni siquiera es caprichoso, pero sí necesita que
nadie lo detenga, porque entonces se vuelve bravo y se lo lleva todo
por delante. Y eso, si nadie lo remedia, lo volveremos a vivir este
otoño-invierno y a no tardar.