martes, 8 de octubre de 2013

UNA HISTORIA REAL COMO LA VIDA MISMA

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Mi amigo tiene casi cincuenta años y está parado desde el año pasado, por lo que en estos momentos es perceptor de la prestación por desempleo y víctima de las políticas de empleo
de nuestro país. Por lo que me cuenta, a final del mes pasado le salió un trabajo de un día, es decir, un contrato puntual, para realizar una tarea profesional para una empresa de un país europeo, que para eso es un profesional de primera línea y una experiencia muy valorada dentro y fuera de España, por lo que debió darse de alta en el censo de profesionales de Hacienda y pedir el alta en el registro de operadores intracomunitarios. Este trámite, me cuenta, tardará aproximadamente un mes, aunque el plazo no está definido del todo, para poder cobrar el trabajo realizado. También me dice que ha comunicado al INEM su cambio de situación para que le descuenten el día que vaya a trabajar, porque es legal como pocos y no quiere ser acusado de cobrar por dos lados. La respuesta que le dan es que le suspenden su prestación hasta que no cause baja en el registro oficial de operadores intracomunitarios, y que si la Administración tarda un mes en contestarle, estará un mes sin cobrar; si son dos, dos sin cobrar. 

Mi amigo me insiste en que ha explicado a la funcionaria de turno, a la que por supuesto no responsabiliza de nada, que aceptar el trabajo de un día que le ha salido es muy importante para él, porque lo más probable es que le salga más, y así podría dejar de ser un parado. Lógicamente, si lo penalizan por trabajar no podrá asumirlo económicamente y, para rebajar su desasosiego, se ha planteado la sugerencia irónica de que a lo mejor debería rechazar todos los trabajos que le surjan y engrosar el grupo del bar donde se reúne con otros compañeros sin empleo. La misma empresa le ha vuelto a remitir otra oferta de empleo de las mismas características y se he visto en la obligación de responderles que no puede volver a colaborar con ellos. Me dice que cuando me envía este correo se encontraba en el bar tomando cañas y esperando a que le llamen de algún sindicato para asistir a un curso sobre cómo elaborar un curriculum.

Ironías aparte, la realidad es que la burocracia española parece estar diseñada específicamente para complicarle la vida al ciudadano, al mismo tiempo que representa el mantenimiento de puestos de trabajo de dudosa rentabilidad en las diferentes Administraciones públicas. Este amigo no acaba de creerse lo que le está pasando y ha querido compartirlo con algunos medios de comunicación con el fin de que sea conocido por el mayor número posible de personas, especialmente las que tengan responsabilidad administrativa o política para evitar situaciones de esta índole, absurdas por demás y claramente enfrentadas con las necesidades reales de los ciudadanos en paro. Y no llegamos a esta conclusión porque nos lo hayan contado en primera persona y sí por la cantidad de quejas justificadas por causas parecidas y siempre ligadas al INEM que llegan hasta nosotros. Personalmente no llegamos a entender las verdaderas intenciones de organismos de este corte, dedicados, aseguran, a buscarnos puestos de trabajo cuando la realidad es bien diferente. Naturalmente, con un mercado de trabajo en situación crítica, con casi seis millones de parados y con un futuro negro como un tizón, lo que menos necesitamos son situaciones como la que hemos conocido gracias a nuestro comunicante.


Sabemos que no va a servir de nada nuestro comentario, que todo seguirá igual y que es hasta posible que incluso vaya a peor, pero cuando menos nos queda la satisfacción de haber dado pábulo a una situación injusta por demás y que define sin ambages el verdadero papel que desarrollan algunas Administraciones. Desde luego que para presumir no es, y menos tratándose de un asunto de Estado que demanda millones de euros diarios para mantener una estructura oficial que finalmente sirve de bien poco.