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Por
una parte, los presupuestos del Estado para 2014, aseguran desde el
Partido Popular, servirán para aliviar parte de los males de la
comunidad. Por otra, los empresarios andaluces, reunidos con la
presidenta de la Junta, han alcanzado un acuerdo del que se desprende
que para 2020 nuestra comunidad deberá haber alcanzado cotas de
industrialización de acuerdo con su importancia demográfica y
estratégica. De otro lado, los representantes de todos los partidos
del arco democrático han iniciado el camino hacia la alcaldía de la
capital y no menos del resto de las ciudades de la provincia, aunque
destaquemos, de acuerdo con las noticias que nos llegan procedentes
de éstas, a La Carolina, Jaén, Andújar, Linares y Úbeda.
Con
este panorama social y político como elemento acaparador de
noticias, es evidente que el trabajo de los medios de comunicación
deberá centrarse en ellos si de verdad quieren estar a la altura de
las circunstancias. Los gabinetes de prensa de las instituciones y
los de los partidos han puesto la maquinaria en marcha y todo indica
que en esta ocasión la cosa va en serio, es decir, que los que
mantienen alcaldías o administraciones por el momento no aspiran a
algo más que no sea mantenerse como están; enfrente, como es de
esperar, preparándose andan los que atacarán todos los flancos
accesibles en busca de fisuras desde las que hacer mella en la moral
de sus responsables y militantes. Y, si no fuera porque parece que
han iniciado la campaña algo pronto, podríamos asegurar que se
limitan a cumplir con sus obligaciones y deseos, que no sabemos bien
qué debe ir antes, si el deseo de prosperar o el de cumplir
fielmente con las obligaciones contraídas.
Y
decimos esto porque no siempre nuestros representantes cumplen sus
compromisos cuando y como deben. De hecho, si así fuera, desde luego
que la situación de algunos ciudadanos no sería ni de lejos la
actual, ya que se habrían dado las oportunidades que se prometieron,
solventados los problemas que se aceptaron y los planteamientos
ligados a la prosperidad de éstos hoy sería una realidad. Y como no
les faltan razones, aseguran, para justificarse ante sus fieles, pues
ahí tenemos la crisis como recurso más utilizado para justificar lo
que podíamos llamar un descuido o desgana para no hacer lo que se
debía. Otras porque las Administraciones de las que dependen buena
parte de las situaciones injustas que padecen algunas poblaciones no
responde a las exigencias planteadas desde su ayuntamiento. Y tampoco
faltan los que, echándole cara al asunto, responsabilizan al mal
tiempo, por ejemplo, de que no se haya podido actuar en donde era
necesario. Así, el tiempo transcurre en beneficio de quienes en su
día prometieron el oro y el moro para luego dejarlo todo en manos de
la Providencia, que, por lo que se ve, hace años que nos dejó por
imposibles.
Sin
embargo, siempre nos quedará el tiempo como vehículo insustituible
de aproximación al día a día de cada uno de nosotros. Por eso
debemos seguir confiando en que nuestra suerte cambiará y que, a no
tardar, las cosas van a ir a mejor. Y no tanto porque nos lo creamos
nosotros mismos y sí porque de otra forma no sería posible respirar
de lo viciada que está la atmósfera. Podemos elegir entre animarnos
en grupo, en familia, entre amigos o solos, pero es obligatorio
cumplir con el rito diario de convencernos de que lo malo ha pasado y
que lo bueno no tardará en llegar. Si sabemos que una mentira mil
veces repetida acaba siendo aceptada como verdad, ¿por qué no
podemos autoconvencernos de que los malos tiempos nos dejarán
pronto? ¿Quién nos lo impide?