lunes, 11 de noviembre de 2013

EL MERCADO MEDIEVAL Y EL REPARTODE LAS ESCASAS GANANCIAS

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Está claro que la visita anual que nos hacen los profesionales que gestionan el mercado medieval, que dicho sea de paso de medieval no tiene nada, no siempre son bienvenidos, especialmente por parte del entramado comercial de la ciudad. Y se entiende porque en los puestos que encontramos entre la variada oferta, escasísimos son los artículos que comercializan que no encontremos en cualquiera de nuestros establecimientos. Consecuentemente, están enfrentados casi de nacimiento, porque la idea de recorrer el país por parte de los peregrinos del comercio ambulante a lo más que llegan es a ser eso: competencia directa de los empresarios que a lo largo de todo el año deben enfrentarse con todo tipo de impuestos, incluidos los de los trabajadores, sin los beneficios inmediatos que reciben quienes aportan poca documentación y permisos para desarrollar sus propias tareas.

Por otra parte, la Concejalía de Desarrollo está obligada a remover la desgana ciudadana por salir a la calle y sabe que este tipo de espectáculos o encuentros son fundamentales para el objetivo que persigue. De esta manera consigue que los establecimientos ubicados en las inmediaciones del mercado medieval sean visionados por las miles de personas que discurren frente o al lado de sus escaparates, aunque luego será responsabilidad directa del profesional que los gestionan el que tengan capacidad de atracción suficiente como para obligar al potencial cliente a que al menos se informe sobre lo que ve. Y en este ir y venir, en este larvado enfrentamiento entre la oficialidad y los poderes públicos, las críticas forman parte indisoluble de este encuentro anual. Otra cosa es que nosotros podamos dar la razón a una de las partes, detalle que ni nos corresponde ni sería bueno que nos posicionáramos, aunque si tenemos que expresar lo que en realidad nos parece el mercado en cuestión, creemos que, ya puestos, debía exigírseles un mejor aspecto del conjunto, una mejor distribución de los puestos de venta, especialmente evitando situarse junto a monumentos de la ciudad y establecimientos que comercialicen lo mismo que el recién llegado, además de un mínimo de originalidad. En cuanto a si deben o no expender alimentos, está claro que sus señorías los mercaderes no disponen de las medidas sanitarias mínimas que se les exigen a los establecimientos hosteleros de nuestra ciudad, que deben de tener aseos, agua caliente y fría, y sus empleados estar en posesión de los correspondientes certificados que les acreditan para manipular alimentos. Y precisamente en este disparate reside parte de la justificada crítica y rechazo de este colectivo, porque entienden que es un agravio comparativo porque se autoriza el comercio de alimentos y bebidas a quienes, ni ellos ni sus tiendas, reúnen las exigencias legales en vigor para este trabajo.


Ahora habrá que esperar a conocer los controles oficiales que se hayan podido realizar alrededor de este evento y saber si ha servido de algo con respecto a si las ventas han aumentando con relación a un fin de semana normal, que se supone, recuerden, es el objetivo oficial. Evidentemente, el Ayuntamiento recibe dinero fresco de forma directa y sólo por eso podían asegurar que vale la pena, pero no tener en cuenta la opinión de los ciudadanos y los comerciantes de las zonas en donde se ha ubicado este año no ayuda precisamente a que el entendimiento presida las normales relaciones que deben darse entre las partes. Repetimos que el control que debe realizarse antes, durante y después sobre el mercado medieval debe ser exhaustivo en algunos casos y exigente en el resto en beneficio de un mejor entendimiento y un desarrollo del evento más compartido.