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Junto
con semana santa y las vacaciones estivales, las navideñas son días
de mucho movimiento de vehículos, de carreteras repletas de las idas
y venidas de quienes andan a la búsqueda de los suyos o simplemente
de una necesaria escapada que les sirve de descanso luego del
trasiego acumulado del año. Por lo tanto, bueno será que nos
detengamos en una celebración tan íntima como compartida, y
expongamos nuestro personal punto de vista, que seguro se parecerá
mucho al de cualquiera de ustedes. Y todo porque, aunque sean
finalmente vacaciones, la época del año en las que las compartimos
ni de lejos es la misma que, por ejemplo, en verano.
Fundamentalmente, porque la meteorología tiene mucho que decir y de
hecho casi ningún año nos permite ir y venir sin contratiempos. Los
más conocidos sin duda, la presencia de nieve, agua, hielo, niebla,
viento… Ninguno de estos fenómenos meteorológicos tendrán piedad
de nosotros, y ¡ay! de aquellos que no hayan cuidado hasta el más
mínimo detalle si en el camino se ven obligados a poner las cadenas
o, casi peor aún, a detenerse debido a lo que se conoce como una
parada técnica y que la Guardia Civil de Tráfico la justifica
asegurando que ni con cadenas se puede seguir circulando.
Naturalmente,
para nada tratamos, ni en este comentario ni en ningún otro, de
marcar la pauta a nadie. Si acaso, recordar algún detalle que se nos
puede haber escapado de entre tantas obligaciones y que finalmente
resulte muy necesario. En invierno, por razones obvias, todo es
importante en el coche: algo de picar, linterna con pilas, una o dos
mantas de abrigo, las cadenas, depósito de combustible lo más lleno
posible, agua, la batería del teléfono para el coche, toallitas y
el libro de mantenimiento de nuestro automóvil. Más de uno se
preguntará el por qué de elementos tan dispares, pero como todo se
puede explicar, eso es lo que haremos: por orden de aparición, lo de
algo de picar tiene su lógica si en el camino nos detenemos por la
razón que sea, desde una avería a una imposición policial; la
linterna, pues eso, que casi todos la llevamos, pero también casi
todos con las pilas sulfatadas, que es lo mismo que decir inservible;
las mantas, una si circula solo y unas cuando no va solo, ya que si
nos detenemos en el camino no siempre vamos a tener el motor
encendido y es bueno echar mano de ellas, recordando que nos
encontramos en pleno invierno; lo de las cadenas no creemos que
necesite más detalles; en cuanto al combustible, sobre todo por si
nos obligan a pararnos en el ascenso al puerto y estamos unas horas
esperando que se abra; el agua, pues ya se sabe; la batería del
teléfono específica para nuestro coche, no sea que viajemos con
éste descargado y necesitemos pedir ayuda; las toallitas y el libro
de mantenimiento del coche, por si nos vemos obligados a comprobar
algún detalle del motor y, en esa tarea, nos ensuciamos las manos,
que todo hay que preverlo. Como ven, todo sirve cuando se viaja en
tiempo tan exigente como es el invierno. Por eso todo sirve, todo
tiene sentido y cualquiera de los elementos que les hemos dicho puede
echarnos una mano.
Y
luego, lo del sentido común. Caer en el error de continuar
conduciendo cuando la nevada, aunque no haya cuajado aún, supera los
niveles aconsejables es una mala y peligrosa decisión. Lo
inteligente es detenerse en lugar donde cobijarse y esperar que pare,
y, si no lo hace, pues se busca uno un sitio en donde descansar y
¡hasta el día siguiente, que para eso estamos de vacaciones!
Continuar supone dar un sí incondicional al peligro, a someter a la
familia a momentos de agobio innecesarios y a buscarnos lo que no
tenemos. Al fin y al cabo, y en momentos así mejor utilizada la
frase que nunca, de lo que se trata es de llegar y lo de menos es
cuándo. Recuerden que el coche no tiene alma y le importa un pito lo
que le pueda ocurrir; ustedes sí que la tienen y, también, sentido
común. Pónganlo a su servicio. Feliz fin de semana.