lunes, 13 de enero de 2014

LA SITUACIÓN DEL PAÍS DEMANDA LA REFLEXIÓN DE TODOS

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Como no podía ser de otra forma, no faltan las voces entre nosotros que aseguran que todo va mejor, que las cosas están cambiando a pasos agigantados y que pronto muchos de los problemas que nuestra sociedad padece irán desapareciendo. Y lo vemos bien, porque es una forma legítima de autoanimarse o simplemente de vender el mensaje que cada partido político entrega a sus militantes para que éstos los hagan llegar a la ciudadanía. No obstante, en caso de que así sea, de lo que nos alegraríamos muchísimo, antes deberíamos de echar una ojeada a lo que llevamos a la espalda y hacer un balance aproximado de lo que nos está costando la crisis a los españoles de a pie, no sea que nos veamos obligarlos a repetirla en poco tiempo. Así, los que están convencidos de que es mejor olvidarlo todo y hacer borrón y cuenta nueva, seguro que no están equivocados, pero deberán aceptar al mismo tiempo que es muy doloroso y nada sencillo. Y es que en España, desde 2010, se han perdido millones de empleos de los que nadie quiere asumir responsabilidades y menos aceptar que se haya sido debido a mala gestión de las políticas que han implantado, a veces a golpes de martillazos y otras a base de reales decretos. Y esto, lo queramos o no, no es fácil de olvidar, sobre todo entre quienes la sufren de forma directa.

España ha vivido en los últimos años una situación desconocida y no menos peligrosa, ya que a la calle han salido millones de personas a quejarse de sus respectivas situaciones, todas ligadas a la precariedad laboral, los desahucios, el hambre, la sanidad, la educación… Por supuesto, no han faltado a estas citas callejeras los que reclaman el dinero de las preferentes, como tampoco los que exigían sensibilidad a los gobernantes. Entre unos y otros asuntos, a los que debemos añadir cientos de casos concretos, casi cincuenta mil manifestaciones se han contabilizado en las calles de nuestras ciudades a lo largo del año pasado. En Andalucía, en donde se ha alcanzado el mayor número de ellas, fueron concretamente 7.730, muy por encima del resto del país. La deducción inmediata a la que se llega con estos números de por medio no es otra que la del caos, y no solo por lo que supone por la participación masiva de la ciudadanía como por el deterioro que ha supuesto el desarrollo de todas ellas de cara a la imagen de nuestro país fuera y dentro.

Una de las últimas llamadas a manifestarse en la calle llega procedente de quienes no están de acuerdo con la ley del aborto que, si nadie lo remedia, entrará en vigor a finales de este año. Mientras los del Gobierno aseguran que esta ley la llevaban en su programa electoral, los otros no solo se quejan de que haya sido lo único que este partido ha cumplido, sino que la tachan de regresiva para la mujer. Ésta, por su parte, muestra su contundente rechazo porque a nadie se le ha ocurrido contar con su opinión. E insiste: nadie puede decidir por mi futuro. Lógicamente, el enfrentamiento está servido y durante meses será noticia de portada en los medios de comunicación y en la calle, en donde parece es el mejor escaparate para hacer llegar al resto de la ciudadanía su disconformidad con una ley que no cuenta con los apoyos que convendría para ser aprobada, ya que hasta en el propio Partido Popular existen diferencias de gran calado.


Pero no crean que con la ley del aborto se acabarán las manifestaciones. Mucho nos tememos que la cosa irá a peor y que seguiremos asistiendo a más huelgas y manifestaciones. Y es que a las propias que el mal estado del país exige debemos unir las que nos llegarán procedentes de Cataluña y el País Vasco, que no serán pocas y ruidosas. Y si no, al tiempo.