Es
posible que no sean pocos los que no crean que ya han transcurrido
tres años desde que se aprobó la ley antitabaco, pero así es.
Concretamente fue el pasado día 2 de 2010 cuando la ciudadanía
conoció su publicación en el Boletín Oficial del Estado y, por
tanto, su entrada en vigor. Desde entonces hasta ahora hemos conocido
alrededor de este tema miles y miles de opiniones, todas legítimas y
también casi todas egoístas, ya que tanto los que estaban a favor
como los que la rechazaban de plano es evidente que lo hacían en su
propio beneficio. La realidad, luego de vaivenes interesados desde
todos los frentes y de amagos, como los últimos que propugnaba el
Gobierno, sobre que se podrían volver a habilitar zonas concretas en
determinados establecimientos que lo hicieran posible, y muy
especialmente cuando se pretendía la construcción de Eurovegas en
Madrid. Afortunadamente para el mantenimiento de la mínima
coherencia que se le exige a un Estado, a nuestros gobernantes les ha
venido muy bien el hecho de que el macrocasino que se quería ubicar
en la capital de España haya quedado finalmente en nada, que por
otra parte era lo que se preveía luego de conocer las exigencias de
los empresarios americanos.
A los
primeros que deberíamos agradecerles el hecho de que esta ley haya
salido adelante y casi sin ruido es a los fumadores, que la aceptaron
casi desde el primer día y que en todo momento la respetan, aunque
es lógico que no faltan los que la siguen criticando duramente y que
se la saltan siempre que tienen oportunidad. Alrededor de la
implantación de esta norma legal se generaron argumentaciones de
todo tipo y casi siempre ligadas éstas a que se les venía encima la
ruina a los propietarios de los establecimientos de hostelería.
Luego se comprobó que ni siquiera hicieron falta las zonas
delimitadas para ellos y ellas en estos centros de ocio y no tardaron
en eliminarlas en beneficio de un ambiente más limpio y menos
contaminante. En cuanto a lo que nos dicen las estadísticas, vemos
que el dejar de fumar se ha controlado sobre todo entre la población
adulta, que ha dejado de fumar en cantidad respetable, mientras entre
los jóvenes, especialmente en el caso de las mujeres, ha aumentado
significativamente.
Lo
que destacamos es el hecho de que hoy, luego de tres años, ya sea en
restaurantes, bares, cafeterías, casinos, cines, discotecas y demás
lugares en donde el masivo encuentro de personas es importante, la
ausencia de humos nocivos es un hecho tangible que debemos agradecer
especialmente, repetimos, a los fumadores y fumadoras, que son los
que han hecho en realidad el gran esfuerzo. De no haber sido por
ellos y su generosidad es probable que de vez en cuando nos
lleváramos la desagradable sorpresa de compartir el aperitivo o la
comida con algún empedernido fumador, que los hay y que precisamente
por eso se han puesto miles de sanciones económicas a los
establecimientos que lo permitieron. En cuanto a los beneficios para
la salud, que fueron determinantes a la hora de que el Gobierno
decidiera su implantación, aún se contabilizan en estadísticas
oficiales y de ahí que sepamos que no se detiene la sangría anual
de fallecimientos por esta causa, que actualmente está muy próxima
a las cincuenta mil personas y todas a causa del tabaco.
Ahora
lo que impone su masivo consumo son los cigarrillos electrónicos,
que permiten a sus usuarios echar humo a la atmósfera y que lo
pueden hacer en cualquier lugar. O lo podían, porque ya conocemos
las intenciones del Estado y de las comunidades autónomas con
respecto al sí o el no de este extraño cigarro y desde luego que se
lo están poniendo difícil. En nuestra ciudad no tardaron en abrirse
establecimientos en los que se podían adquirir sin restricciones,
pero de la misma forma que vinieron se fueron. De los tres que
controlamos solo queda uno, y ya veremos si las restricciones legales
lo hacen rentable.