miércoles, 15 de enero de 2014

LOS CIUDADANOS DEBEN SER DECISIVOS EN EL MUNICIPIO

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Aunque la rebelión de los vecinos del barrio de Gamonal, de Burgos, de hecho nos quede lejos, no es del todo así. La solidaridad ciudadana está cambiando de forma significativa y en la respuesta que este asunto está teniendo en el resto del país comprobamos que existe un importante cambio con respecto al habitual egoísmo que mostramos cuando lo que les ocurra a los demás no es cosa nuestra, que es la forma en la que habitualmente respondemos cuando nos llegan temas de este tipo. Se han convocado manifestaciones de rechazo a lo que entienden estos colectivos que se trata de un abuso de autoridad por parte del alcalde, y han recorrido ciudades de la importancia de Madrid, Sevilla, Barcelona, Valencia o Bilbao. Lo que es una realidad es que la crisis económica también ha intervenido en esta guerra entre ciudadanos y ayuntamiento abriendo una característica tan española como es la paciencia. Lo que está ocurriendo en Burgos es por tanto como si la olla que lleva hirviendo y echando humo unos cuantos años hubiera saltado por los aires y nos manchara de todos los casos de corrupción conocidos y por conocer. Es decir, que luego de ver cómo la clase política hace y deshace sin contar para nada con sus conciudadanos, a los que les deben el cargo, por cierto, estos vecinos no han podido aguantar más y han salido a la calle ante lo que entienden que es otro abuso de poder del alcalde, porque por lo que sabemos no es el primero que encabeza.

Por el momento los trabajos urgentes buscan a los responsables del motín burgalés. Policía y clase política trabajan intensamente en lo que han calificado, sin datos ni pruebas en las que basarse, que se trata de grupos radicales de izquierdas, con lo que parece que se tranquilizan y entienden la situación, porque de ninguna de las maneras aceptan que la lucha callejera que mantienen manifestantes y policías sea cosa ni de lejos de personas educadas y cívicas como son las de Burgos. Evidentemente, se trata de un análisis convencional y muy de moda, además de interesado, porque a la vista está que cuando alguien decide por su cuenta lanzarse a la calle a manifestar su disconformidad con las políticas del Gobierno es inmediatamente tachado de radical de izquierdas. El proyecto en cuestión que ha sacado a la calle a los vecinos de este populoso barrio burgalés tiene un costo de más de ocho millones de euros, y los vecinos entienden, y tienen todo el derecho del mundo a rebelarse contra lo que creen que no es justo ni necesario, que deberían destinarse a paliar otras necesidades y carencias de la ciudad. Para los que crean que esta situación responde a un enconamiento vecinal porque sí, decirles que éstos, los residentes en este barrio, han intentado de mil maneras encontrarse con el primer edil de la capital y no ha sido posible. Es más, acusan al regidor municipal de engaño premeditado porque se ha reunido en busca del sí con personas que ni siquiera residen en el lugar en el que se realizan las obras, porque éstas ya han comenzado.


El hecho, la noticia, es que buena parte de la ciudadanía de Burgos y paralelamente la de otras ciudades españolas, se ha puesto en pie de guerra quizá hartos de que se haga y deshaga lo que al alcalde de turno le venga bien. En este caso, por si le faltaba alguna guinda al pastel de este obra, el proyecto lo ha realizado una empresa en la que uno de sus socios, además de ser propietario de un periódico local, y por este sencillo detalle no llega a la ciudadanía la verdad de lo que ocurre alrededor de este caso, y que ha costado más de doscientos mil euros, está en el punto de mira de la Justicia porque todo indica o parece que está ligado a la trama Gürtel. Por eso cuando decíamos que la crisis económica ha facilitado el hecho de que la ciudadanía haya gritado con todas sus fuerzas que está harta de que entre unos cuantos se repartan su dinero, es evidente que no exagerábamos. Al contrario, es ahora cuando más asuntos de este corte encontramos entre las noticias ligadas a los ayuntamientos. En el caso de Burgos, que cuenta con casi veinte mil personas en paro y que su Ayuntamiento es uno de los más endeudados del país, las necesidades de la ciudadanía camina por otros derroteros y es evidente que muy alejados de los de su Consistorio.