jueves, 16 de enero de 2014

VIOLENCIA DE GÉNERO

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Los datos que tenemos sobre la violencia de género en nuestro país, en solo quince días, anuncian nada menos que cuatro mujeres asesinadas. Cierto que confirmadas oficialmente solo hay una, concretamente la que mató y quemó su pareja en Vilanova y la Geltrú el pasado 5 de este mes. Las dos mujeres asesinadas en Galicia en el mismo acto, ya que el autor era marido y yerno de éstas, y la de Pozoblanco, están aún por confirmar que se trata de violencia de género. Sabemos cómo funciona el sistema en estos casos y de ahí que, aunque todo indique que se trata de asesinatos machistas, la última palabra la tenga la Justicia, que es la responsable final de su calificación. Con todo, la realidad nos devuelve a lo de siempre, es decir, a que somos un país en el que la vida de las mujeres parece que cada vez vale menos y que con nosotros conviven seres humanos que no tienen corazón ni entrañas, capaces de aparentar ser personas educadas y complacientes, y todo lo contrario en el interior de sus casas.

Aceptamos que a lo largo de 2013 la dramática cifra de asesinatos descendió de manera importante, lo mismo que aceptamos que el Estado gestiona la ley actual de forma que cientos de mujeres reciben asistencia y vigilancia las veinticuatro horas. Pero se debe ir más lejos porque la situación de indefensión de la mujer aumenta conforme pasan los días. El hecho de que la crisis o la ruina hayan entrado con tanta fuerza en millones de hogares es lo que faltaba en el núcleo familiar para que las situaciones críticas para la vida de las mujeres hayan alcanzado niveles desconocidos estos últimos años. Y no otra circunstancia se da en la mayoría de los casos de violencia de género que se controlan por el Estado, es decir, que la familia pasa por unos momentos económicos críticos que demandan precisamente la unión de todos para salir adelante lo más indemnes que sea posible, y, al contrario, siempre se rompe por el mismo punto la cuerda que lo sostiene, o sea, la mujer, que parece ser la responsable de todos los males que acaecen en el hogar.

Desde luego, mucho trabajo queda por hacer alrededor de un asunto que tiene un costo en vidas espeluznante e insoportable, pero que no acaba de ser atendido como en realidad merece. Porque sí, se han aprobado leyes, se han decidido políticas de todo corte e intención, se invierten millones de euros en la sostenibilidad de todas ellas, pero la mujer se sigue sintiendo desatendida. No obstante, mucha de la culpa de que se sientan abandonadas a su suerte parte de ellas mismas y de sus familias, que no acaban de interpretar adecuadamente estas políticas acudiendo a la denuncia como actuación inmediata a la primera bofetada o el primer aviso. De hecho, de las fallecidas el año pasado, solo un treinta por ciento habían denunciado previamente malos tratos de su pareja. Y si la policía y los jueces no tienen a su disposición un informe en el que se haya tomado nota de los reincidentes avisos que viene recibiendo la mujer, mal podrán solventar el problema.


En cuanto al por qué de que la mujer actúe de esta forma existen varios puntos que conviene aclarar para entenderla: ¿de qué vive al día siguiente de la denuncia, porque a su domicilio no puede volver? ¿Existe un plan gubernamental que le permita vivir con dignidad a ella y sus hijos? ¿Cuánto tiempo puede estar dependiendo de las instituciones del Estado o de su comunidad? ¿Funciona la Justicia como la amenazada espera? Como ven preguntas sencillas que demandan ayuda e información inmediata, porque recordamos que cuando una mujer decide denunciar se inicia un proceso de reconversión total en ella y su hijos que no siempre es capaz de capitanear. Para eso deben estar las instituciones y los profesionales que las gestionan, para que no noten en exceso el esfuerzo que han hecho y al mismo tiempo que se les abran las puertas que necesitan para salir adelante.