lunes, 20 de enero de 2014

PELIGROS AÑADIDOS AL FRÍO

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Es cierto que ocurre todos los años y siempre también coincidiendo con la llegada de las bajas temperaturas, pero no es aceptable que tengamos que lamentar la pérdida de vidas humanas y siempre por la misma causa: el incendio de la vivienda. Y nos resulta tan entraño como inaceptable por la sencilla razón de que se trata, entendemos, de falta de información, porque de otra forma no se entiende que estos acontecimientos se produzcan. Es verdad que sobre todo las personas mayores reciben información por parte de ayuntamientos y asociaciones sobre cómo evitar las circunstancias que influyen o que son determinantes en los incendios domésticos y casi siempre por las mismas causas, es decir, braseros y cigarrillos mal apagados, pero la realidad es la que es y ahí están los datos para confirmarlo. El año pasado la estadística fue terrible, con nada menos que treinta y dos viviendas consumidas por el fuego y diecisiete personas fallecidas por la misma causa. Excepto dos de éstas que eran menores, el resto fueron jubilados que vivían solos.

En lo que va de año, siete han sido las víctimas, cifra que debería servir de alerta máxima si tenemos en cuenta que al invierno le quedan meses de temperaturas bajas que exigirá de los usuarios de este tipo de elementos un cuidado especial para erradicar cualquier posibilidad de que se produzca un incendio. ¿Información, seguimiento, controles familiares o de los servicios sociales…? Dará igual la decisión que tomen los responsables finales de este asunto, si es que realmente podemos responsabilizar a alguien de que se incendie una vivienda que no sean los familiares más directos, pero lo evidente y lo que nos debe importar es que se haga algo, que se tomen medidas, que no dejemos bajo la estricta responsabilidad de estas personas, muchas de ellas con problemas de salud y de memoria, situación tan peligrosa como concreta. Ni sabemos el cómo ni a quién, pero sí que la situación es muy peligrosa por el hecho de que el frío sigue apretando y el uso de braseros eléctricos para paliarlo demandan o necesitan de seguimientos y cuidados concretos para evitar incendios de consecuencias imprevisibles, y que no siempre acaban con la vida de personas, sino con el propio edificio, como hemos tenido oportunidad de ver a través de imágenes televisivas. Hay que contar también con los braseros de leña, cisco o carbón, que los encontramos sobre todo en las viviendas de los pueblos y que generan tanto o más calor que los eléctricos. Éstos son lo mismo de peligrosos que los otros y debemos añadirle la posibilidad real de que las personas que disfruten de su calor también resulten intoxicados porque entre la candela encontremos un tizón, por sí mismo capaz de asfixiar a los que respiran su aire.

Formando parte también de los accidentes domésticos más presentes en tiempos de frío, sepan que este mismo fin de semana han fallecido dos jóvenes que pasaban la noche en una vivienda aislada en el campo y que se calentaban con una estufa de butano de mala combustión. En cuanto al hecho de que no sean pocos los que deciden encerrarse en un garaje y ponen en marcha el coche para calentarse en el interior, estamos en las mismas, puesto que el monóxido de carbono que emite el combustible al quemarse acaba también con sus vidas. Estamos por tanto ante situaciones de riesgo reales que necesitan de información para evitarlas. De las decisiones que deban tomar los responsables de compartir estas clases prácticas con quienes se saben indefensos ante ellas porque confían en sus posibilidades, sinceramente tenemos poca idea, pero sí que no deben quedarse en intentos de realización y sí llevarlas a cabo varias veces antes, durante y después del otoño-invierno. Y decimos esto porque sabemos que entre nosotros es normal ver cómo el cuerpo de bomberos y la policía local de nuestra ciudad lo hacen, entre otros, en el hogar del jubilado y en asociaciones que demandan estas clases prácticas. Por eso se debe insistir. Y a la estadística nos remitimos.