Llegamos
a un nuevo fin de semana y, de nuevo, planteamos la cita de hoy
alrededor del tráfico. Sobre todo, porque hemos iniciado el año con
los propósitos de enmienda acostumbrados en fechas tan importantes,
es decir, que nos prometemos a nosotros mismos que no volveremos a
caer en los errores de siempre, como sería el caso de beber alguna
copa de más sabiendo que tenemos que conducir; o no aceptar que la
velocidad máxima es la que es y que debemos aceptarla sin más; o la
fea costumbre que tenemos de no acudir al profesional a que nos
revise el vehículo antes de que se caiga a pedazos. No estábamos
ahí cuando lo prometimos, pero sabemos que fue así, porque lo
hacemos siempre aunque luego lo vamos dejando para otra ocasión.
Pero estamos a tiempo. Todo antes de caer en las redes de los
controles que Tráfico teje alrededor de nosotros cuando usamos
nuestro automóvil, que ya sabemos que los golpes que da al bolsillo
lo dejan escuálido y sin aliento.
Además
de todo esto, informarles de que la cosa de los accidentes sigue con
sus armas en alto y no pasa semana que nos levantemos con cifras de
muertos en carretera que nos echan abajo el día. Y lo peor de todo
es que se repiten también las causas, es decir, que no se trata de
circunstancias nuevas o extrañas las responsables del accidente y sí
las habituales, las de siempre, confirmando que somos capaces de
tropezar con la misma piedra una y las veces que haga falta con tal
de confirmar el viejo refrán castellano. Las distracciones, los
excesos en general, el menosprecio que generalmente damos al estado
de las carreteras, especialmente ahora, cuando los tractores las
llenan de barro y las hacen especialmente peligrosas… Y lo mismo
ocurre con el tema multas, quizá porque seamos incapaces de aceptar
que las velocidades son las que son y que el que la hace la paga. Y
que sepamos, los tiempos no están especialmente generosos
económicamente para que tiremos el dinero casi por la ventana.
Y
piensen que Tráfico tiene previsto endurecer significativamente las
normas que rigen la circulación y que esta primavera se estrenarán.
Con esto queremos decirles que si tenemos en cuenta que las denuncias
que hasta ahora estaban en quinientos euros, a partir de las nuevas
directrices pasarán directamente y sin anestesia a mil euros, el
asunto exige de todos y todas algo más que atención, porque ahora
sí que con una sola vez que nos cojan en algún renuncio nos dejan
dos meses sin sueldo. Especialmente el apartado velocidad se pondrá
en poco tiempo por las nubes y desde luego que la incorporación de
más radares, mucho más sofisticados y técnicamente más avanzados,
acabarán con las pocas ganas que nos quedan de pisar el acelerador.
Eso
sí, ellos, los responsables de Tráfico y sus compañeros de Fomento
no hacen nada que facilite a los usuarios de las vías de
comunicación algo más de seguridad en la señalización y en el
estado del asfaltado, que está de pena. O sea, que por ahora
seguirán estrujándonos hasta que ya no puedan más y más tarde,
cuando venga bien, cuando se pueda, cuando nos lleguen fondos
europeos que lo permitan, mejorarán las carreteras y evidentemente
no todas. A nosotros solo nos queda el derecho al pataleo y por
cierto cada vez menos, porque eso de decir lo que se piensa no
tardará en ser causa denunciable. Y si no se acaban de creer, denle
tiempo.