jueves, 23 de enero de 2014

ACCIDENTES LABORALES

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El tema de los accidentes laborales sigue siendo, según los técnicos de las centrales sindicales y la Administración, una asignatura pendiente de los dos partes implicadas, es decir, el propio trabajador y la empresa. El primero, porque no siempre atiende a sus obligaciones con respecto al uso que debe hacer de los elementos que demanda su profesión para su desarrollo; el segundo, porque denuncia reiteradamente que está obligado a la compra de estos elementos de seguridad para que luego no hagan el uso debido de ellos. Y lo vemos en la calle y a veces hasta en las propias obras municipales, y no digamos nada sobre los que andan en los tejados o en las fachadas, que en muy pocas ocasiones los vemos usando lo que por otra parte es obligatorio, puesto que comprobado está que reducen las causas del accidente y evitan la muerte. El año pasado, según los datos que aporta el Ministerio de Empleo y Seguridad Social, nada menos que 479 trabajadores fallecieron a causa de un accidente laboral; con todo, el resultado refleja un descenso de siete fallecidos menos que el año anterior. De éstos, 384 tuvieron lugar en el transcurso de su jornada de trabajo; los 95 restantes fueron entre su trabajo y su casa, la mayoría a consecuencia de accidentes de circulación. El sector servicios fue el año pasado el que mayor número de accidentes con baja registró, con 383.957. En este mismo sector se contabilizaron 208 fallecimientos de trabajadores de la industria, y en la construcción murieron 55. En la agricultura, 46. En cuanto a los accidentes leves que llevaron aparejada la baja laboral, el total se situó en 329.534 y los graves 2.742. En el apartado de los siniestros ocurridos en el recorrido casa-trabajo, el total fue de 50.496 accidentes leves y 716 graves.

Evidentemente, nos encontramos ante una situación compleja de interpretar y no menos de controlar por parte de los organismos y las empresas implicadas en su detección y control. Por lo tanto, conviene recordar o informar, dependiendo del grado de interés que muestre el trabajador, que los accidentes son una realidad y que todo elemento que suponga eliminar el peligro o al menos paliarlo en la medida de lo posible, debe ser usado cuando se inicia la jornada laboral hasta que finaliza. Es el caso del casco, por ejemplo: su rechazo fue compartido por una gran mayoría; luego, cuando las sanciones económicas comenzaron a imponerse y se pudo comprobar, además, que tampoco era para tanto colocárselo mientras se desarrollaba la tarea encomendada, su uso se ha normalizado y hoy es raro ver algún obrero sin él. Pero ha servido de mucho, no obstante, porque se ha comprobado que, si no muertes, sí al menos se han evitado accidentes de importancia.

Conforme los tiempos han ido generando nuevas expectativas en el ámbito laboral, y muy especialmente en las grandes construcciones, la aparición de elementos de seguridad ha ido paralela a este desarrollo, contribuyendo de esta forma a minimizar buena parte de los accidentes de poca importancia que se producían entre los trabajadores. Naturalmente, la presión oficial que se ejerce sobre empresarios y empleados sigue siendo determinante para que los primeros inviertan en seguridad y los segundos hagan uso de ella. La visita y el posterior informe de un inspector de seguridad e higiene en el trabajo puede llegar a ser económicamente un varapalo de cuidado que se puede evitar si se cumple la normativa en vigor.


Las cifras que les hemos dado del año pasado representan, con todo, un descenso importante de las cifras del anterior y anima a la Administración a mantener y reforzar el trabajo que desarrolla alrededor de los accidentes laborales. Sin embargo, el verdadero protagonista es el trabajador, que es quien debe interpretar el uso de los elementos de seguridad que la empresa pone a su disposición como algo inseparable de la tarea que tiene encomendada. Su participación, por tanto, es fundamental para conseguir reducir el número de accidentes laborales.