Este
sábado se conmemora un año más el día de la mujer. Y llegamos a
este día 8 con nada menos que catorce asesinadas por sus maridos o
compañeros y con infinidad de problemas generados por los hombres
que les presionan con gran contundencia. Entre ellos, sin duda,
destaca el del aborto, que le quieren imponer sin su consentimiento,
sin que nadie les haya dado la oportunidad de expresar su opinión al
respecto. De haber consultado con ellas y discutida la redacción de
la nueva ley, quizá nos hubiéramos llevado todos una sorpresa,
especialmente los que la quieren implantar sin consenso. Pero hay
más, porque siguen siendo las grandes perdedoras en todas las
guerras que se originan a su alrededor, de entre las cuales
destacamos la falta de oportunidades para conseguir un empleo. Si ya
es complicado para los hombres, su caso es mucho más sangrante, Este
año, por ejemplo, en la recogida de la aceituna la presencia de la
mujer ha sido casi testimonial, lo que le ha perjudicado enormemente
si tenemos en cuenta que muchas de ellas dependen de este tipo de
empleos temporales para sacar su familia adelante, en la que o no hay
hombre que ayude o porque en ningún caso se aceptan justificaciones.
Sencillamente se les niega el trabajo.
Por
otra parte, quizá porque existan intereses concretos que busquen la
relajación del problema de la mujer frente a la violencia de género,
se ha querido rebuscar fuera de nuestras fronteras realidades que
cuando menos nos han hecho reflexionar, aunque en realidad el
problema siga siendo el que es y a nadie se le ocurre a estas alturas
buscar refugio y calma comparando cómo está el resto del mundo en
este tema. No obstante, el que en países como Islandia, Dinamarca o
Suecia no solo se den casos de violencia de género con la misma
virulencia y consecuencias que entre nosotros, sino que duplican el
número, sinceramente nos ha descolocado. Y todo porque desde siempre
hemos entendido que allá donde la emancipación del ser humano se
consigue antes y mejor, en donde la sociedad se desenvuelve en unos
parámetros de libertades desconocidos entre nosotros, ni de lejos
sospechábamos que la mujer pudiera depender finalmente de un varón
que la vapulea cuando le viene en gana. Es decir, lo mismo que ocurre
aquí. Y de eso debieran ocuparse principalmente los estamentos
públicos y no de cuestionar sus decisiones, y más cuando se sabe de
su indefensión y del resultado al que llega después de infinidad de
malos tratos físicos y psicológicos.
Por
el momento, solo declaraciones de la autoridad responsable de esta
área escuchamos; eso sí, todas con un contenido clásico por
repetitivo y absurdo por inconsecuente. Y es que no van mucho más
allá de mostrar su preocupación por el nuevo asesinato y el
consabido anuncio de que hay que hacer más y tomar medidas más
contundentes. Las preguntas son: ¿Y para qué demonios están ellos
y ellas, si no precisamente para eso, para que sus decisiones eviten
o palíen al menos la locura a la que se ha llegado? ¿A quién
quieren responsabilizar si son ellas y ellos los que cobran sabrosos
sueldos mensuales a cambio de aparecer en las noticias de la mañana
con cara compungida exigiendo justicia a quienes las han colocado en
puestos de tanto rango? ¿Qué hacen? ¿Para qué ocupan puestos de
tanta responsabilidad si luego no tienen poder ejecutivo?
Visto
lo visto, no estaría de más que el Gobierno se planteara la
viabilidad de tanta dirección general y dedicaran los millones de
euros que nos cuestan a dotar a la mujer de más medios familiares y
más posibilidades laborales. Desde luego, nosotros estaríamos de
acuerdo.