La
relación que tiene la política económica con nosotros, nunca como
en estos tiempos está resultando tan directa como negativa. Además,
parece que los que tejen los hilos de nuestro inmediato futuro se
preocupan y mucho de darnos la comida o el desayuno, cuando no la
cena. Lo que corre ahora por los pasillos de los Ministerios de
Economía y de Hacienda es la inminente subida del IVA, aunque aún
no se han decidido si será general o irán en busca de los productos
conocidos como de primera necesidad que hasta ahora disfrutaban de un
impuesto reducido para colocarlo en el veintiuno por ciento actual.
Sea como sea, sea el general o el particular de estos artículos, lo
evidente es el ansia incontrolable que tiene el Gobierno cuando de
recaudar se trata, que no creemos que sea sencillo para ellos, pero
que no se les nota, y eso, lo queramos o no, duele mucho. Y más
cuando los números de nuestra economía se muestran, según ellos
mismos y los mercados, cada día que pasa más fuertes y nuestra
capacidad de endeudamiento como país mejorando por horas.
El
problema, como desde hace unos años, nos llega desde Alemania y el
Gobierno que controla la señora Merkel, y de Bruselas. Ambas sedes
tienen permiso para entrar y salir de los Gobiernos de los países
que conforman la Unión, haciendo y deshaciendo lo que entienden no
se ajustan a sus pretensiones. Hace unos días, por aquello de
centrar nuestro comentario de hoy, vino por aquí uno de esos
comisarios económicos y vino con la intención concreta de informar
a nuestros gestores de que los sueldos siguen siendo muy altos en
nuestro país y que cuanto antes se tome la decisión de reducirlos,
mejor para nuestros números y para la economía general de los
españoles. Que eso precisamente es lo que no entendemos, que un
señor con un cargo del que obtiene mensualmente casi treinta mil
euros sea quien se encargue de exigirnos que se bajen los sueldos.
¿Desde qué perspectiva ve este hombre la realidad de nuestro país?
¿Qué parámetros son los que utiliza para culpar de todos nuestros
males a la clase trabajadora? Y lo que es peor, ¿tendrá previsto el
Gobierno responder sin rechistar a estas exigencias y pronto
comprobaremos en nuestra actual escuálida nómina que sí, que han
bajado nuestros ingresos? Y tendrán valor; aunque tampoco debería
de extrañarnos si tenemos en cuenta lo que hasta el momento han
decidido en nuestro nombre asegurando que todo ha sido por nuestro
bien, para poder seguir pagándose las pensiones, para que los niños
tengan escuelas gratuitas, para que la sanidad sea libre, universal y
gratuita y la serie de sandeces que nos cuentan, pero eso sí,
haciendo todo lo contrario, como es evidente.
Por
todo esto nos planteamos muy seriamente si de verdad somos un país
libre o un guiñol en manos de quienes manejan de verdad los hilos de
lo que entienden es el papel que nos toca representar en el contexto
europeo. Por lo que se desprende de sus actuaciones, exigencias y
puestas en escena, está claro que lo de entrar y salir cuando les
viene en gana es algo que los nuestros tienen más que asumido y de
ahí que, dependiendo de las pautas que les marcan, unos días
anuncian que subirán impuestos como el IVA y otros que no. Desde
luego, ahora no están por la labor de remover nada; las elecciones
europeas exigen control económico y de palabras, que se juegan algo
más que unos asientos en el Parlamento Europeo, y los tiempos y los
sondeos electorales no están precisamente para enfrentarse a las
urnas luego de haber subido los impuestos. Mejor, por eso, dejarlo
para más adelante, cuando se calmen los ánimos y, si puede ser, de
madrugada.