Tal
y como preveíamos, todo vuelve a la normalidad casi sin darnos
cuenta. La maquinaria que nos permite desarrollarnos como personas no
se detiene sencillamente porque no descansa. Eso sí, hemos superado
encuentros familiares y festivos de gran calado para todos y todas, y
seguro que a más de uno le habrán quedado marcas que mantendrán de
por vida, lo mismo que recuerdos imperecederos que nos obligarán a
superarnos como seres humanos. Así nos han hecho la vida, o la
consecución de nuestros anhelos, y estamos obligados a superar los
diferentes y continuos contratiempos con los que el día a día nos
ponen a prueba. Los más felices luego de días tan intensos, con
diferencia que los más pequeños, que se han visto sorprendidos por
los habituales regalos navideños que tanto esperaban. También
nosotros lo hemos sido, seguro, aunque cada cual haya tenido que
vérselas con su particular o personal necesidad, destacando la
familia como referente inviolable desde el que habitualmente buscamos
y solemos encontrar, por cierto, la culminación de nuestros
esfuerzos.
En
cuanto a cómo nos trata la vida desde la perspectiva de la política,
que inicia el año con más pena que gloria luego del resultado
electoral del pasado 20 de diciembre, decir que todo sigue igual no
creemos que sea lo adecuado, y más conociendo la evolución del tema
catalán, que finalmente, “in extremis” porque quedaban solo
horas, ha obligado al presidente Mas a abandonar la presidencia de la
Generalidad. La idea más extendida de esta noticia es la que afirma
que todo estaba medido y controlado, y que lo que han hecho a lo
largo de estos días Convergencia y la CUP no ha sido otra cosa que
protagonizar una mala película de la que ahora salen al parecer
victoriosos, puesto que han conseguido la mayoría de sus exigencias.
Por lo tanto, será el grupo de diez personas que conforman la
organización política anticapitalista y antisistema la que dirija
en primera línea el futuro de Cataluña, detalle que no gusta a
todos y que huele especialmente mal entre el mundo empresarial, que
finalmente es el que, lo queramos o no, tiene el peso completo del
futuro del país. De hecho, desde hace un par de años es notoria la
huida de empresas hasta ese momento radicadas en Cataluña, y lo que
es peor, parece que seguirá con más urgencia a partir de ahora. El
resultado de las elecciones catalanas viene a confirmar que no
siempre los que más votos consiguen acaban siendo los triunfadores y
sí los que se convierten en imprescindibles para que los más
apoyados puedan conseguir formar gobierno. Pero como el tiempo será
el juez que acabe colocando a cada cual en el lugar que realmente le
corresponde, debemos esperar y desear lo mejor para Cataluña y sus
ciudadanos.
En
cuanto a lo que ha ocurrido periféricamente alrededor de la última
cita festiva, es decir, de los Reyes, ha conseguido una importancia
política y social inesperada por desconocida e incluso absurda. La
razón: la irrupción de representantes políticos de peso de casi
todos los partidos, con ganas de echar por tierra el trabajo
desarrollado por sus contrincantes, especialmente entre aquellos que
ahora los sustituyen en el gobierno. Así, no han faltado
enjuiciamientos numerarios cuando se valorar lo ejecutado se trataba,
especialmente cuando incluso han implicado a sus hijos para
justificar su actitud. Los niños siempre han sido sinceros, a no ser
que sus mayores influyan en su honestidad, y en escasísimos casos se
han expresado, por ejemplo en nuestra ciudad, en contra de la
cabalgata real. Seguro que es mejorable, seguro, pero usarla como
arma arrojadiza para dañar la imagen del recién llegado no es lo
adecuado. Los ejemplos de Barcelona y Madrid, entre otras ciudades,
viene a confirmar que no siempre cuando hemos votado a los mejores.