Como
era de esperar, las campañas de navidad y de recogida de la
aceituna, una vez cerrado su ciclo, ha hecho aumentar las bajas
laborales y, por tanto, el incremento de los números del desempleo
en España. Son fechas de empleo estacional, barato y sin futuro que
solo sirven para animar circunstancialmente la oferta y casi en todos
los casos con contratos por horas para que realmente el recién
empleado acabe desarrollando turnos de diez y doce horas. Los datos
que aporta la Seguridad Social sitúan el empleo perdido en más de
doscientas mil personas, por lo que la cifra total de trabajadores
actualmente afiliados supera los diecisiete millones. En cuanto al
paro, casi cincuenta y ocho mil personas dejaron su empleo en enero,
aunque, como ocurre siempre, si comparamos estos datos con los
contabilizados en el año 2014, el incremento ha sido menor. Otro
dato significativo que viene marcando tendencia desde hace unos años
es el desembolso que hace la Administración en subsidios y
prestaciones, que a lo largo del año 2015 fue de un poco más de
veinte mil millones de euros.
Naturalmente,
estos son los datos que interpretamos nosotros, que ante el Estado
somos simples legos prestos a magnificar o todo lo contrario las
cifras que nos proporcionan. Así, la interpretación que el Gobierno
hace de lo que les acabamos de decir es bien diferente: lo que sube,
como el desempleo, acaba siendo beneficioso porque se regulan
parámetros que ni nos suenan, pero que, interpretados
convenientemente, resultan ser fundamentales para que podamos seguir
con el ritmo de crecimiento que aseguran se viene comprobando desde
el año pasado o desde el otro. Cuando, como ahora, los datos sin
maquillar del mercado del empleo no interesan, que no llegue la
sangre al río y que nadie se rasgue las vestiduras, que para eso la
Administración dispone de técnicos especializados en darle la
vuelta a lo que haga falta, y enseguida salen de nuevo a la calle
claramente rejuvenecidos y dispuestos a inyectarnos alegría a
raudales. No obstante, la realidad suele ser claramente distinta y
eso es algo que comprobamos en la calle, que es donde de verdad
reside el drama del mercado laboral, en las caras de preocupación y
tristeza con las que convivimos a diario y con las historias que
relatan, cargadas de desolación por el calvario que están viviendo.
El
asunto es que el paro, como demostrado está, no encuentra gobierno
capaz de reducirlo, no ya de acabar con él, y la situación es cada
día que pasa más insostenible. En estos momentos tan convulsos, sin
un Gobierno decidido, detalle que altera los movimientos y decisiones
finales de los profesionales de la inversión, lo de generar empleo
no pasa precisamente por un momento que lo facilite. Las medidas
tomadas y aplicadas por parte del Estado, con ayudas directas a las
empresas para reactivar la oferta de empleo, comprobamos que tampoco
han sido utilizadas de la forma que se esperaba, confirmando que la
situación no solo viene de lejos, sino que ha venido con intención
de quedarse. Del resultado que se desprenda de los encuentros al más
alto nivel que desarrollan los partidos políticos salidos de las
elecciones del pasado 20 de diciembre, la sociedad entera espera lo
mejor. Otra cosa será que alcancen acuerdos de los que se beneficie
directamente la ciudadanía en general y, de modo muy particular, las
personas que hace años perdieron la ilusión.