El
asunto de la disolución de la asociación de Hostelería de nuestra
ciudad, cuando menos es rara. Eso de que de un día para otro un
colectivo de la importancia empresarial y social de la asociación
profesional del gremio de hosteleros, que por cierto no contaba con
la aprobación y el apoyo de la totalidad del sector, que es un
detalle que tampoco deja de ser cuando menos anormal ni debemos dejar
de lado si queremos llegar al fondo del asunto, deje sus tareas de
organización sin más y sin que hayamos detectado crisis disolutiva
que lo anunciara con tiempo, cuando menos llama la atención entre la
ciudadanía, que entendemos debería ser informada bien por la
directiva dimitida o por la Delegación del Ayuntamiento que ha sido
citada en el documento que hemos conocido estos días y que resulta
ser parte de los problemas que esgrimen para justificar en mal
momento que atraviesan. Que no ha sido la primera vez que la
asociación de nuestros hosteleros se ha visto abocada a su
disolución, cierto; que el gremio de estos profesionales no acaba de
representar la totalidad de sus reivindicaciones y que los argumentos
aducidos también en esta ocasión vuelven a ser vagos e inconcretos,
de acuerdo. Precisamente por eso, para evitar que todo vuelva a ser
lo de siempre, lo inmediato es que se conozca la realidad y
paralelamente se hallen las causas que acaban con la vida, una vez
más, de una asociación que necesita de sus asociados y éstos a su
vez de ella para que les resuelva la infinidad de problemas que
arrastran desde hace años y que hasta ahora no han sido capaces de
resolver si no ha sido porque se hayan enfrentado en solitario ante
las Administraciones y despachos correspondientes.
La
añoranza de los viejos tiempos de quienes han vivido momentos
mejores de la asociación profesional de nuestros hombres y mujeres
dedicados a la hostelería de nuestra ciudad se mantiene, y los que
hemos tenido la oportunidad de conocerlos, allá por los años
ochenta, nos unimos incondicionalmente a estos sentimientos. Porque
la unión era una realidad tangible; porque los intentos por
diferenciarse del resto se basaba en el esfuerzo y la originalidad;
porque las relaciones con el resto de colectivos y la Administración
local se basaban en la estabilidad de todos los socios, y solo se
apoyaban las particularidades cuando estaban justificadas y el
compañero había quedado descolgado del resto. Radio Andújar, que
fue quien puso en marcha encuentros entre profesionales del sector
implantando la ruta de la tapa, que consiguió su apoyo unánime
porque el esfuerzo valía la pena y así lo valoraron, conoce bien la
dinámica de quienes han hecho de su empresa y tarea algo más que un
compromiso profesional.
Deseamos
sinceramente que el momento se supere, que no tarden en organizarse
de nuevo en asociación y que sus fines sean los mismos de siempre,
es decir, defender a ultranza las reivindicaciones de sus
integrantes, presentarse ante quien pueda resolver sus necesidades y
conseguir reunir la mayoría de sus ilusiones. Lo que dependa de sí
mismos, lo que deban responder antes sus clientes, lo intrínseco de
su profesión, como las características de su oferta culinaria, es
algo que debe ser decidido pensando en sus clientes, que son los que
finalmente deciden su estabilidad y continuidad. Lo demás, como las
malas artes, el posicionarse junto a los poderosos, jugar con ventaja
ante la Administración y arrogarse valores y poder que no se poseen,
es una situación endeble y absurda que al final acaba pasando
factura. No sabemos si ha sido así o no, pero la realidad es que una
asociación de la importancia de la de hostelería ha decidido no
continuar sus tareas. Alguna razón habrá. Y nos gustaría
conocerla.