De entre las nefastas
consecuencias que ha generado la crisis económica que aseguran hemos superado,
y la mala gestión que se ha hecho de ella, la de las pensiones es realmente
preocupante. Eso de saber que algún día, algunos a no tardar, tendrás que
depender del Estado para poder seguir viviendo con dignidad, no todos lo llevan
bien, especialmente los que no han podido cubrir su expediente laboral los años
que se exigen para disfrutar de un sueldo ajustado a sus necesidades. Sí,
porque además de comer, ¡qué cosas!, los pensionistas y jubilados tienen
obligaciones de pago mensuales y anuales a las que, si no quieren verse
envueltos en situaciones aún peores, deben acudir prestos y a tiempo. El IBI,
el teléfono, el agua, la basura, la electricidad, la comunidad… Y si tienen
coche, ya saben, combustible, impuesto de circulación de vehículos… En
situación tan crítica y extrema en algunos casos, lo que se echa de menos es
una actitud decidida y solidaria por parte de nuestros políticos en favor de
aliviar las presiones que soportan estas personas que tanto hicieron por los
que ahora disfrutamos de un puesto de trabajo y de los avances en derechos
sociales: las vacaciones, los días de asuntos propios, semanas blanca y negra,
etc. Sin embargo, y a la vista está, poco se hace por evitar el sufrimiento que
representa para ciudadanos tan mayores, que invierten parte de sus escasos
ingresos en medicinas muchos de ellos, soportar presión tan enorme. Por el
momento, lo que comprobamos y nos alegra es que ellas y ellas, los jubilados y
pensionistas, no dan un paso atrás ni para coger impulso; al contrario,
conforme pasa el tiempo reclaman más actuaciones del Gobierno y del Estado,
como es el caso de los que, yendo todo lo lejos que les permite la ilusión que
comparten, exigen ahora ser informados sobre el destino que se les ha dado a
los más de sesenta mil millones de euros que se sacaron de la hucha de la
Seguridad Social. Y, atención, porque una vez hallados, que se los devuelvan.
Lo dicho, entre lo onírico y lo empírico está el cielo y la tierra, y el tema
de las pensiones debe andar por ahí, a la caza y captura de quienes han hecho y
deshecho como les ha venido en gana y de lo que no han dado cuenta a nadie, ni
darán.
Entre la clase política, lo de
siempre; unos, que no saben o no contestan. Otros, que cuando abren la boca
comprobamos que es mejor que guarden silencio; tampoco faltan los que prometen
y prometen siendo conscientes de que, como nunca estarán en el Gobierno
dirigiendo el país, pues a presumir. Tampoco echamos de menos, porque están, a
los que muestran un preocupante interés por la agitación, por llevar a su
terreno tanto esfuerzo colectivo y tanto voto por decidir, porque recordemos
que el apoyo de los mayores ronda los nueve millones de síes o noes, que no son
pocos. Y más cuando a situación tan extrema se une la crisis catalana, el
desempleo de mayores y jóvenes, la sanidad y las listas de espera… En
definitiva, que los mayores demandan justicia para su causa y que sus
argumentos son legítimos y demoledores, porque, se mire por donde se mire, con
poco más de cuatrocientos euros al mes no es capaz de vivir nadie en España.
Que sí, que llevan razón los que nos recuerdan que la pensión depende de lo que
se pagó a lo largo de la vida laboral, pero ni por esas, porque por encima de
este detalle está la solidaridad colectiva que tanto nos ha definido como
pueblo. Y si los políticos no son capaces de encontrar la senda adecuada que
les facilite la vida, oigan, pues que se vayan. Y cuanto antes mejor.