Con la semana
del medioambiente por celebrar en nuestra ciudad como horizonte inmediato, ya
que se desarrollará entre el 29 de mayo y el 5 de junio, nos adentramos hoy en
la maraña o montaña de basura que hemos
acumulado a lo largo de los días de romería por los caminos que
conducen al santuario y en los alrededores, en las habituales zonas de
acampada. Con los datos sobre la mesa, afirmar convencidos que estamos ante una
situación insoportable, que la sierra se empobrece cada año y que actualmente
está enferma en grado crónico, desde luego que no exageramos. Y esto es
precisamente lo que no interpretamos del todo bien, ya que el esfuerzo que
deberíamos hacer para evitar el descalabro medioambiental que representa la
presencia de tantas personas en el cerro de la Cabeza lo entendemos llevadero y
asumible, fácil y solidario por parte de los peregrinos y romeros, que,
recordemos, somos unos simples invitados en el hábitat de la fauna y la flora de
la zona. Se trata solo y exclusivamente de no tirar lo que nos sobra, sea lo
que sea, donde nos venga mejor, que es lo mismo que ser responsables, educados,
cívicos y capaces de dar ejemplo a quienes tenemos cerca. Y sí se puede, que
eso debe constar en lugar preferente, porque, por ejemplo, las carretas, que
mueven a miles de personas a lo largo del camino, del descanso en el Lugar
Nuevo y de su estancia en la zona asignada en los aledaños del
santuario, no dejan ninguna huella de su paso. Y lo han conseguido ellas y
ellos entendiendo el mensaje de socorro lanzado por los responsables del
entorno natural, que les rogaron complicidad en un asunto tan complejo como
peligroso como es mantener los lugares comunes con respeto y objetividad. Y,
oigan, si lo pueden hacer unos, ¿por qué los demás gustan de ser tan
dañinos? Aunque pequemos de ingenuos, decididamente en
sus casas estamos convencidos de que no son capaces de tirar lo que les sobra
al suelo, en medio de la cocina o del salón-comedor. Y ni
siquiera será necesario que alguien con autoridad les recrimine el
acto en caso de que lo hicieran, porque es algo que forma parte de la educación
mínima que un ser humano debe tener aunque no haya pasado por la escuela.
De los datos que
poseemos de los días después nos dicen que el año pasado el total de residuos
retirados fue de 110.300 kilos. Este año, en contra de lo que podíamos deducir
teniendo en cuenta que ha aumentado significativamente el número de personas
que se han desplazado hasta el santuario, ha sido de 109.850 kilos. En
realidad, solo son 1.500 kilos menos, pero algo es algo. De hecho, debía
servirnos como dato esperanzador de cara a los próximos años. El esfuerzo
económico que ha hecho la ciudad, porque lo ha pagado el Ayuntamiento con
nuestros impuestos, ha representado nada menos que 227 jornales, que tampoco es
cantidad que pudiéramos pagar cualquiera de nosotros.