Las compañías aseguradoras juegan o desarrollan su
labor en el filo de la navaja. Solo necesitarían que los clientes asumieran lo
que de verdad aseguran para que, si se pudiera, quedaran solas. Si se trata de
un seguro de hogar, aceptando que es posible que existan algunas que no actúen
de esta forma, la realidad es que, en caso de necesidad, es decir, que no se
trate de unas goteras que le aparecen al vecino de abajo, algún arreglo en el
cuarto de baño o un cristal a renovar, a la hora de la verdad te quedas solo
con tu problema. Pero la cosa no queda ahí, porque lo inmediato que te ocurrirá
es que te comunicará que dejas de ser su cliente. Así de sencillo y autorizado
por el Estado, que para eso conforman un “lobby” de fuerza descomunal capaz de
quitar y poner gobernantes. Esta actitud es la misma si se trata de un seguro
de vehículo. De forma inmediata, la aseguradora pondrá en tu conocimiento que
dejas de estar cubierto por su compañía, lo que, visto desde lejos, podemos
entender que no tiene mayor trascendencia, porque contratamos con otra y se
acaba el problema. Sin embargo, no es tan sencillo, puesto que las personas que
tenemos un seguro del tipo que sea estamos controlados por las compañías en un
registro general en el que constan la totalidad de los accidentes en los que
hemos estado inmersos, incluidos los que ni siquiera han sido de nuestra
responsabilidad porque el golpe nos lo han dado a nosotros y, además, tenemos
toda la razón de nuestra parte. Hoy es suficiente con dar un parte para que
seas despedido de malas maneras y sin posibilidad de reclamar. En el mejor de
los casos, el costo de la póliza sería prohibitivo para el más pintado, de cobertura
limitada y con franquicia disparatada.
Así está el mundo del seguro en general y el del coche
en particular. Y todo porque los intereses económicos de algunas compañías han
acabado con cualquier tipo de resquicio legal desde el que tener derechos como
usuarios contratantes. Las aseguradoras, conscientes de que no es posible un
colectivo fuerte y decidido entre los propietarios de vehículos, con alevosía y
nocturnidad quitan y ponen derechos y obligaciones sin dar pábulo
interesadamente a sus decisiones. El resultado es que los usuarios se ven
obligados a un calvario insoportable recorriendo aseguradoras que los acepten
sin imposiciones previas, obligándoles a tener su automóvil parado porque no
disponen de una póliza de seguros que se lo permita. Y si esta situación la
vive el particular muy preocupado, no les decimos nada de los profesionales del
volante, como taxistas, repartidores, comerciales, etc., que lo tienen mucho
peor por la dificultad de renovar la póliza
que les permita desarrollar su trabajo con normalidad y seguridad.
Con respecto a los precios de las pólizas, que es otro
asunto que nos trae de cabeza, si cambias de compañía o estrenas vehículo y
carné, atención, porque empiezas con una cifra que en un par de años es muy
probable que abones el doble sin que exista comunicación previa ni siquiera en
la letra pequeña de la póliza que firmas. De hecho, hace unos años, si querías
reducir el coste del seguro, era imprescindible que no hubieras tenido ningún
siniestro. Ahora no, ahora te elevan el coste porque sí avalados por el
Gobierno, que es quien debía entrar a saco en este caso y evitar el saqueo al
que somos sometidos por parte de algunas compañías de seguros. Las razones para
que lo hagan impunemente ya las hemos expuesto y no creemos necesario
repetirlas. Ahora lo que toca son actuaciones.