Aunque les haya cogido descolocados el título de
nuestro comentario, sepan que se trata de un asunto importante que debía
controlarse cuanto antes, si es que no lo ha sido ya, evidentemente. ¿Y de qué
se trata? Sencillo: del abuso de los que gustan de chupar de la misma teta sin
trabajar, que ha aumentado en los últimos años de forma preocupante y de lo que
responde directamente la Delegación de Asuntos Sociales de nuestro Ayuntamiento
y alguna que otra ONG. El sistema implantado es sencillo, aunque no tanto, ya
que es fundamental tener buena memoria para no repetir compras y cuidar lo que
se adquiere. Luego se presenta el ticket de en donde saben que les van a ayudar
y todo hecho. Eso sí, nada de acudir con una cuenta en la que figuren alimentos
de lujo, desde el jamón al queso, pasando por bollerías y otras clases de
alimentos que los menos pudientes no pueden adquirir, y sí los de primera
necesidad, como los detergentes y alimentos básicos. Así, con la fecha adecuada
y los artículos justificados, conseguir la ayuda en parte o la totalidad de la
inversión es una realidad que ha activado a cientos de ciudadanos con gran
capacidad teatrera y más cara que espaldas. Sin conocer cómo actúa el
Ayuntamiento, aunque trabajamos en ello actualmente, la realidad es que el
aumento de las personas que se dedican a este engaño es significativo. Y de eso
nos dan buena cuenta los supermercados y grandes superficies de la ciudad, que
han sido los que han detectado las intenciones reales de algunos clientes
cuando de quedarse con los tickets de compra se trata, algunos de los cuales
incluso piden en caja que les den los que algún cliente haya rechazado. De esta
forma, pertrechados de cupones de compra ficticia, cuidando el detalle de la
fecha y el de qué se adquiere, acuden a las oficinas correspondientes en busca
del apoyo económico que aseguran necesitan.
Repetimos que no conocemos lo que el Ayuntamiento sabe
de este turbio asunto y si de hecho es consciente de su existencia, pero la
realidad es que no son pocos los que se aprovechan de lo que ellos aseguran que
es muy fácil de obtener. En principio, el que este abuso forme parte del día a
día de algunos supermercados de la ciudad, que sean ellos los que han captado
el descarado robo que esto representa y quienes nos dicen que han hecho llegar
a instancias superiores. Lo que no conocemos es si se ha frenado la riada de
ficticios necesitados o por el contrario ha aumentado, detalle que
denunciaríamos si fuera positivo por la evidente falta de control que pudiera
existir. Y que conste que nos extraña por los filtros que mantienen estas
dependencias municipales, pero ante la preparación que algunos de estos
frustrados actores presentan cuando lo necesitan, cuando le es imprescindible
convencer al funcionario, tampoco creemos que sea difícil. Son unos auténticos
profesionales de teatro, artistas consumados en hacernos creer que la
desgracias les acompañan allí donde van, que aseguran se ceba especialmente en
sus descendientes. Luego, ya se sabe, porque tampoco hay que contratar un
detective para comprobar cómo viven algunos, los vehículos que conducen y con
qué suficiencia se desenvuelven en la calle. Que en asunto tan concreto no falten
los que paguen justos por pecadores, pues sí, pero este detalle es algo que a
nosotros no nos compete y que debían plantearse los actores principales de esta
serie de intriga que supone o representa lo que les estamos contando. Mientras,
si se detienen las formas en las que las ayudas llegan a los más necesitados,
si se implantan controles más fiables, la calle se sentiría mejor representada
por sus instituciones. Al fin y a la postre, se trata del dinero de todos…