El que más y el
que menos, y con toda razón, se está frotando las manos con las noticias que
conocen sobre el futuro de los terrenos municipales sitos en los Llanos del
Sotillo, según las cuales, en 2020 comenzarían las obras del puerto seco,
plataforma intermodal o vaya usted a saber cómo acabaremos llamándola.
Naturalmente, el que se anuncie que la demanda de empleo, una vez a pleno
rendimiento el conjunto, pueda alcanzar hasta los quinientos puestos de trabajo
estables, comprenderán los más escépticos que se trata de una noticia más que buena. El
empleo es el gran problema del país y muy especialmente en zonas y poblaciones
como la nuestra, radicada en una comunidad a la que le cuesta un enorme
esfuerzo alcanzar los niveles de empleo que merece y que, por otra parte, ha
preparado profesionalmente a mujeres y hombres para que tengan oportunidad de
acudir a la llamada de profesionales de alta y media cualificación.
Naturalmente, conociendo el expediente abierto de estos terrenos, de cómo se
han utilizado exclusivamente con fines electorales, sobre los que se ha
invertido un dinero que nadie sabe con exactitud dónde, lo lógico es que por el
momento los incrédulos sean más que los convencidos, y más si coincide con la
llegada de las elecciones municipales. El cambio significativo que tomó este
asunto desde el momento que el nuevo gobierno de la ciudad se hizo cargo de los
problemas de viabilidad por resolver, sin embargo, nos hacen creer que el
trabajo se ha hecho y que los resultados se verán muy pronto. Que no las tenemos
todas consigo, lógicamente; eso lo entiende cualquiera que haya vivido de cerca
la evolución de estos terrenos, primero con la inminente llegada de una
multinacional americana que fabricaba helicópteros y luego con la ubicación de
una siderurgia, de centros comerciales, de auditorios y demás sueños propios del
tópico y típico trasnochado americanismo. Más o menos, como “Bienvenido, míster Marshall”, pero en todo,
es decir, incluido el estrepitoso fracaso de la propia idea desde su inicio o,
mejor, desde el momento en que comprobamos que lo que interesaba de verdad era
la especulación, ganar dinero en cantidades importantes a cambio de vender
metros cuadrados a las miles de empresas que aseguraban llegarían hasta
nosotros.
Con esto
queremos recordar a la clase política que no es aconsejable lo de vender humo
para mantener los privilegios que proporciona el poder. Al final, la verdad
deja sin argumentos a quienes solo tenían la oratoria como argumento que
esgrimir ante una ciudadanía que esperaba agradecida la buena nueva de que, por
fin, acabarían sus endémicos problemas ligados a la falta trabajo. Queremos
dejar claro, por tanto, es que la época en la que era fácil que creyéramos lo
que nos contaban nuestros políticos ha dejado paso a una compartida y legítima
y preocupación por nuestro futuro. Dicho esto, que no se extrañen de la
frialdad que enturbia el ambiente.