Intencionadamente hemos dejado para hoy, pasados seis
días de la vuelta a casa después de vivir y disfrutar nuestra romería, el
asunto de la suciedad que dejamos al paso y que tanto daño infringe al medio
ambiente. Por parte de los organismos responsables del parque natural se ha
hecho un trabajo antes, durante y después de la cita mariana que calificamos de
suficiente, y en él se ha cuidado especialmente el mensaje que debía llegar a
la población en general y en especial a quienes se desplazarían al santuario de
la patrona y su entorno, porque recordemos que el camino viejo ha estado
repleto y lo mismo ha ocurrido con los aledaños del poblado. La respuesta, y a
los hechos nos remitimos, ha sido no nula, ciertamente, pero sí manifiestamente
insuficiente. Nuestro paso por el parque natural ha sido desastroso, vergonzoso
y muestra una preocupante actitud por parte de quienes lo visitan y que no es
otra que una falta de respeto y una osadía peligrosa para la continuidad de un
entorno cada vez más enfermo que solo recibe por parte de quienes lo recorren
menosprecio en grado sumo. Cierto que algo de esperanza sí que hemos percibido
y que sustanciamos en las quejas de los cientos de personas que han
fotografiado algunos de los entornos en los que más suciedad encontraban y lo
han expuesto en las redes sociales con mensajes y calificativos del orden de
que no vuelvan más o que ni siquiera superan a los cerdos en su cotidianidad. Y
no exageran, porque les podemos asegurar que algunos de los lugares que han
estado ocupados estos días, cuando levantaron el campamento, el aspecto fue de
vergüenza ajena. Desde el Ayuntamiento y la Delegación del Gobierno de la Junta
de Andalucía se nos pedía respeto por el entorno, no tirar basura al suelo y,
consecuentemente, utilizar los puntos previstos para ello. Pero, ¿ha servido de
algo?
Decir que la sociedad a la que pertenecemos está enferma,
que ha perdido parte de sus valores, su moralidad y su sentido de la
solidaridad por lo que es de todos, exagerado no creemos que sea. Avalada está
nuestra opinión por lo que vemos semanalmente en el parque empresarial Europa
después del mercadillo, o cómo aparece este mismo recinto industrial los fines
de semana una vez superado el botellón. Si unimos las tres citas, o sea, cerro,
mercadillo y botellón, vemos que están unidas por el mismo defecto, por las
mismas consecuencias, ya que en las tres la suciedad campa a sus anchas y,
anunciamos, poco o nada se hace por parte de los responsables. Es posible que
teman el rechazo popular, o que en el análisis que hagan del problema piensen
más en los votos que en la solución o que sencillamente no tengan ni idea de
cómo enfrentarse a ellos. Sin embargo, urge involucrarse en la solución o al
menos en la reducción del impacto negativo que representa para el medio
ambiente. Y desde luego que basta ya de poner sobre la mesa el dinero de todos
para solventar parte del problema porque ya no cuela. Se exige urgencia y
efectividad porque lo evidente es que aceptar que han ganado los malos, que se
han salido con la suya los infractores, la verdad es que molesta. En el caso
del cerro, las Administraciones deberían unir ideas y esfuerzos en hallar los
mínimos obligatorios desde los que imponer medidas a cumplir sí o sí por parte
de los visitantes. En la ciudad los problemas tienen otras perspectivas y éstas
pasan por obligar a los mercaderes de los martes a que no arrojen nada al suelo
con el aviso de que, en caso de no atender esta llamada, no puedan volver a
colocar su puesto en este recinto. Si se trata del botellón, entendemos que
vigilar con policía local a los jóvenes sabiendo que beber en la vía pública
está expresamente prohibido, debe ser complicado, pero quizá pudiera servir el
que se equipara adecuadamente el recinto de contenedores y aseos. Sea como sea,
se debe actuar sin perder un minuto.