Las vacaciones estivales, como todo el mundo sabe, nos
sacan de nuestra residencia habitual al menos por una semana. Los que disfrutan
de un mes o dos, evidentemente son unos privilegiados, aunque son los menos.
Las agencias de viajes nos han preparado unas ofertas que no podemos obviar, al
menos no a la primera, porque, además de la imaginación que ponen en
convencernos, resulta que podemos pagarlas en un año y sin intereses. Entre
nosotros, que siempre hemos solicitado préstamos para la romería, ahora
protagonizamos un cambio radical en la búsqueda de dinero extra para
situaciones extremas, como es el caso de
llevar a la familia a algún punto de ocio y de moda. Así, lo de pagar en
cómodas mensualidades está claro que nos facilita el descanso y nos permite
presumir entre amigos y familiares a los que, por supuesto, no les hacemos
partícipes de cómo hemos conseguido el dinero para nuestras espectaculares
vacaciones. ¡Faltaría más! Ya en la playa, que es el destino que mayoritariamente
se elige, tratamos de coger color en cuanto llegamos y para ello invertimos en
cremas solares capaces de ponernos morenos en unas horas. Y es que volver de
unas vacaciones en la playa y hacerlo más blancos que cuando nos fuimos acaba
siendo causa más que suficiente para que entre nuestros amigos sea causa de
creer que se trata de un farol. Las cifras que manejan las agencias de viaje
sobre la petición de vacaciones a pagar a plazos son mareantes por la cantidad
de dinero solicitado, demostrando así que la necesidad de descansar y hacerlo
como quienes cuentan con recursos
económicos más que suficientes nos atrae especialmente. Unos aseguran que se
trata de envidia sana, como si hubiera clases de envidias; otros que de ganas
de complicarse la vida, porque luego tienen que pagar la deuda adquirida y no
siempre se hace de buena gana o se cuenta con fondos suficientes. Si acaso,
para los que no lo tienen claro, decirles que, en contra de lo que pudieran
deducir, aumentan las peticiones de este tipo de préstamos vacacionales.
Luego, una vez en el lugar escogido y con la familia
con ganas de diversión y de consumir en exceso todo lo que se le ponga por
delante, viene el otro capítulo, el de los gastos corrientes, que dejan de
serlo desde el momento en el que nos encontramos fuera de nuestro lugar de
residencia. Así, implantado está entre los veraneantes lo de las tres “pes”, es
decir, el paseo, las pipas y la playa. Y ni un gasto extra más que debilite el
escaso dinero con el que hemos acudido en busca del merecido descanso estival,
porque aparecería la bancarrota y el descanso se convertiría en un calvario.
Por lo tanto, la vida de este tipo de veraneantes no deja de ser la misma que
la que tienen en su residencia habitual, o sea, acudir diariamente al supermercado
más cercano y más económico en busca de los alimentos necesarios para hacer las
comidas en el apartamento. Especialmente la esposa es quien recibe la mayor
carga familiar, puesto que debe realizar las compras, cocinar los alimentos y
hacer la colada. Luego de haber superado el reto diario, y si acaso, podrá
disfrutar de algo de tiempo para acudir a la playa en busca de los suyos y de
algo de descanso, pero que no lo tiene asegurado. Independientemente de cómo lo
vean ustedes, a nosotros nos parece que lo de las vacaciones ha alcanzado un
nivel de gastos que no todos podemos permitirnos y que influye decisivamente en
la cuenta de resultados que las familias están obligadas a controlar para no
sufrir contratiempos. Seguro que algunos de ustedes utilizan este sistema de
vacaciones a plazos y a nosotros nos parece muy bien, ya que solo hemos
intentado aclarar las legítimas razones de algunos y las dudas de otros.