Las personas que hayan tenido que vérselas alguna vez en sus vidas con los exámenes de cualquier tipo, especialmente aquellos en los que se jugaban algo más que un aprobado, saben de estados de ánimo, de noches sin dormir y de días enteros volcados sobre los libros. También de malos ratos, de tribunales injustos, de nervios descontrolados, de recetas caseras para evitar que se les cierren los ojos el día D a la hora H, y de toda una parafernalia de acontecimientos incontrolados que vienen y van perjudicándoles algo más que la salud. Por eso quizá hoy hayan querido solidarizarse con los más de veintiocho mil jóvenes andaluces que se las están viendo en estos momentos con las pruebas de selectividad. Para ellos y ellas, el día de hoy va mucho más allá de un simple examen a los que se han ido acostumbrado a lo largo de su trayectoria estudiantil, porque es aquí y ahora, y si no en septiembre, que es cuando tendrán su última oportunidad por este año, donde se dilucida su futuro, donde tienen que esforzarse al máximo para conseguir los cinco puntos que le permitirán acceder posteriormente a la universidad y poder continuar sus estudios.
Saben que no están solos, que detrás de ellos y de sus inquietudes está la familia, siempre recurrente, siempre a su lado, siempre dispuesta a la comprensión y el apoyo, siempre a la sombra para echarles una mano. De cómo le hayan salido los exámenes, y de cómo hayan interpretado las preguntas y desarrollado las pruebas, estos chicos y chicas asumirán de un solo golpe la importancia que tiene la dedicación y el esfuerzo continuados, y de que no sirve lo de estudiar los últimos días. Por eso tiene tanta trascendencia personal superar las pruebas de selectividad, porque es el resultado final, o al menos un primer escalón importante en sus vidas como estudiantes, de lo que será su futuro universitario. Por todo esto, la selectividad es algo más que un examen al uso y desde luego que tiene mucho que ver con su propio futuro. Entre otras razones, porque estos más de veintiocho mil escolares serán los hombres y las mujeres que se responsabilizarán de acceder a las organizaciones e instituciones responsables de que la gran máquina que es el gobierno de un país siga andando con seguridad.
La comunidad educativa, educadores y educandos, es el gran patrimonio de un país y éste al completo debe apoyar la educación asumiendo y compartiendo que es el medio desde el que acceder a campos de mayor representatividad y envergadura. Invertir en ella a todos los niveles, desde la educación básica a la innovación tecnológica de vanguardia es hacerlo en la independencia de las instituciones y en la mejora de la imagen exterior de los pueblos, y precisamente estos chicos y chicas serán en poco tiempo los que se responsabilizarán de continuar con el arduo trabajo emprendido por nuestro país desde la implantación de la democracia, ya que nunca como ahora se han conocido niveles de entendimiento tan fluidos como rentables entre el mundo de la ciencia y la política.
Ellos y ellas se la juegan estos días en unos exámenes que estamos seguros superarán sin esfuerzo, pero también el sistema por el que se rige el país, que tiene en ellos la base idónea para la consolidación de algo más que las políticas activas que propician una mayor aproximación a los estudios de todos los españoles. El año pasado así lo hicieron más del noventa por ciento de los alumnos que se enfrentaron a estas pruebas y en esta ocasión parece que no habrá problemas para consolidar estos niveles de aprobados, lo que debe darnos una idea casi exacta del encomiable y extraordinario trabajo emprendido por el educador a favor de la consecución de una comunidad escolar avanzada en sus conocimientos, preparada para afrontar los grandes retos que tiene el mundo y formada en principios de solidaridad y esperanza.
Atrás quedaron los oscuros años en los que la cultura era repartida como los chicles y sólo la recibían los que al régimen le interesaba. La idea era formar a los jóvenes para la consecución y el mantenimiento de los proyectos e intenciones de los que regían el país, y lo que menos importaba era la persona. Ahora se estudia sin miedos ni limitaciones, y son los profesores y profesoras los responsables directos de educar en libertad para la consecución de un mundo mejor para todos y no para unos cuantos.