jueves, 13 de noviembre de 2008

BETANIA Y LAS CONFERENCIAS DE SAN VICENTE DE PAÚL, DOS EJEMPLOS, DOS MILAGROS


Justo cuando llega el frío se inicia un particular calvario para las personas que andan en busca de trabajo allí donde saben que se oferta, y saben que ahora nuestra tierra huele a aceituna. Los conocemos como emigrantes o como jornaleros extranjeros y vienen hasta aquí en busca del dinero que saben les proporcionará la recogida del fruto de nuestros miles de olivos. De estos peculiares visitantes hemos conocido y también nos han contado todo tipo de historias sobre abusos y trato de esclavos, y. de hecho, los sindicatos inician al mismo tiempo que ellos llegan un control sobre cómo los tratan los empresarios que los reclaman, en dónde duermen y en qué condiciones se desenvuelven en las viviendas que les proporcionan durante el tiempo que les dure el tajo, aunque en realidad el lugar en donde los acomodan suelen generalmente ser viejos cortijos abandonados a los que les lavan la cara exclusivamente para pasar la inspección.

Y luego están los que se desplazan hasta aquí sin contrato y sin nada más que la certeza de que en esta época comienza la recogida de la aceituna y es muy probable que consigan trabajo durante unos días. Son estos desplazados los que realmente sufren como nadie las inclemencias del tiempo y los que vemos que ocupan los cajeros automáticos y los portales para superar las intensas heladas de la noche. Esto que les contamos está ocurriendo estos días en la capital y ha sido noticia a nivel nacional, porque el albergue municipal se mantiene cerrado debido a que las previsiones municipales anuncian su apertura para los primeros días de diciembre, que, por otra parte, es la fecha en la que se inicia en realidad la recogida de la aceituna.

Y si en nuestra ciudad no se ha dado el caso, o al menos no lo hemos detectado, es porque existen personas decididas a que esto no se produzca y para conseguirlo trabajan denodadamente. Son los casos y ejemplos de Betania y las Conferencias de san Vicente de Paúl, que ofrecen cama y comida a estas personas por un tiempo muy concreto y siempre ligado a las necesidades de cada una de ellas, ya que de otra forma podía entenderse como un hotel y no es el objetivo de estas dos organizaciones. Por otra parte, como Andújar no dispone de albergue municipal, son estas dos instituciones privadas las que se encargan de hacer más llevadera la vida a quienes sólo buscan trabajo del que subsistir. No sabemos si el Ayuntamiento las apoya con dinero o servicios, ni tampoco es el momento, pero sí que desde hace años que formó parte de las promesas electorales de los diferentes partidos políticos y que se viene demandando un albergue para transeúntes con justificada necesidad y aún no se ha construido.

Entre las dos instituciones suman poco más de cuarenta camas y sabemos que su capacidad para alimentarlos es muy superior, aunque todo, por muy doloroso que parezca, tiene un límite y los responsables se ven obligados a restringir estos servicios por razones obvias. De cómo se desenvuelven, de cuáles son sus cauces de avituallamiento, de qué dinero manejan y cómo lo obtienen y, más aún, qué tipo de solidaridad poseen que les permite dedicarse a solventar el gran problema que supone a una persona no tener dónde comer ni dónde dormir y no mostrar cansancio o desfallecimiento por tanto esfuerzo, es algo que nos cuesta interpretar y más en los tiempos que corren. Ellas y ellos son un ejemplo de entrega y entereza que no alcanzamos a valorar como merece su desmedido esfuerzo. Y es especialmente en esta época de escasez y temor por lo que nos pueda deparar el futuro, la que activa de manera especial su extraordinaria generosidad y multiplica su dedicación, que no tiene otro objetivo que el de poder llegar a todos y cubrir sus necesidades mínimas.