miércoles, 3 de diciembre de 2008

OTRA VEZ LOS LLANOS DEL SOTILLO


Por el momento, Y por mucho que se empeñe el departamento de “marketing” del señor alcalde en todo lo contrario, lo único que sabemos sobre lo que es posible que algún día acabe siendo el gran parque tecnológico y empresarial que nos vendieron hace unos años, es decir, los llanos del Sotillo, es que de vez en cuando va y viene nuestra primera autoridad con alguien que llega de fuera o con sus propios concejales, para ver cómo trasladan de lugar las torres que transportan la electricidad o cómo la única retroexcavadora que hay por allí agujerea el terreno para introducir en las grandes aberturas que hace lo que en su día será la canalización general de las aguas residuales y de lluvia de este polígono. Lo último que hemos sabido es que ha visitado estos terrenos un alto representante de Ros Casares, la siderurgia que se ha convertido en la estrella de este futuro polígono y, al parecer, en la salvación laboral de nuestra ciudad. De cuándo comenzarán las obras de su proyecto y de lo intrínseco de su implantación definitiva entre nosotros, que es lo que de verdad debe interesarnos a los que andamos con lo puesto y necesitamos un trabajo más que agua el que anda perdido en el desierto, más bien poco sabíamos y sabemos.

Y es que una cosa es que nuestra primera autoridad aproveche cualquier oportunidad para lucirse ante las cámaras y unos extraordinarios pies de foto en la prensa escrita, y otra bien distinta que a la ciudadanía le sirva para algo. Estamos convencidos de la no existencia de terreno industrial en el mundo que haya sido más utilizado que el de la recta del Sotillo: primero, con la negativa del Partido Popular y del Partido Andalucista de votar a favor de su compra cuando eran otros políticos los que regían la ciudad; luego, una vez en el poder los populares y los andalucistas, cuando anunciaron a bombo y platillo que habían aprobado, esta vez sí con los votos de todos los partidos, que habían transformado primero y ampliado después más de un millón de metros cuadrados y que habían convertido en terreno industrial lo que hasta ese momento era agrícola; más tarde, cuando colocaron con fines eminentemente electorales las banderolas de las que hoy, por cierto, sólo quedan restos. A partir de esa fecha, coincidiendo con presiones de su propio partido y de la ciudadanía, no ha faltado un mes que no se hayan usado como excepcional escaparate de lo bien que hace el trabajo este equipo de gobierno. Para quienes no tienen la oportunidad de desplazarse hasta ese lugar para comprobar lo que allí se ejecuta, tal como le relatan algunos medios de comunicación, la entrega y la dedicación del gobierno municipal bien se merece su apoyo, y de eso precisamente se trata. Sin embargo, si tuvieran la oportunidad de verlo de cerca, estamos por asegurar que la opinión que ahora tienen de este asunto cambiaría radicalmente.

Por el momento, lo único que conocen, y muy bien por cierto, las personas y las empresas que patrocinan las obras, o sea, la junta de compensación, es que hay que poner dinero por adelantado si quieren que lo poco que se está ejecutando siga su curso. Y si hace unos meses los vientos corrían favorables a los que se involucraban en obras de cualquier tipo o en la compra de terreno urbano o industrial, ahora es todo lo contrario y se les ha complicado el futuro de manera preocupante, ya que, mientras aumenta el desembolso, el terreno se deprecia por días. Como nos decían muy preocupados algunos de ellos, ¿quién nos asegura que las parcelas de este futuro parque industrial acabarán siendo vendidas a buen precio cuando sabemos que a sólo a tres o cuatro kilómetros los empresarios que decidan instalarse aquí disponen de terreno industrial a mejor precio que el nuestro, con la misma o parecida ubicación estratégica y con unos impuestos muy por debajo de los nuestros?

Eso se llama visión de futuro y, claro, también mala suerte. Cierto que todo lo que está ocurriendo pudo preverse y que no se hizo; cierto también que existió la posibilidad de compartir con otras Administraciones la posibilidad de urbanizarlo, pero a estas alturas ya no es posible. Es verdad que escuchamos a algún político de rango superior cuando tiene a bien acercarse por aquí, que las puertas siguen abiertas y que están dispuestos a escuchar, pero lo que no nos dicen es a quién. Desde luego, no con los que se han encargado sistemática y decididamente de menospreciar la gestión de su gobierno; no con quienes sólo han construido críticas a su alrededor; no con quienes han cacareado públicamente que no los necesitan. Acudir ahora en busca de lo que se ofreció hace años y esperar ser atendidos en tiempos de recesión y de distribución cautelosa de esfuerzos económicos, nos parece sencillamente una idiotez.