
Hace unos días, durante el desarrollo de un pleno, Izquierda Unida (que daría igual el partido que lo hiciera, porque lo importante es el hecho) presentaba a la consideración de sus compañeros una moción de gran contenido social y de no menos trascendencia económica para los habituales usuarios del servicio de autobuses que se dirigen hacia la capital de la provincia. El origen de la moción, según pudimos deducir de la presentación que se hizo de ella, estaba en la posibilidad de que la estación de autobuses de Jaén, actualmente en el centro de la ciudad y, por tanto, próxima a casi todo, tenga una nueva ubicación a unos kilómetros del lugar que ahora ocupa. Si tenemos en cuenta que son cientos las personas que desde nuestra ciudad acuden diariamente a la capital, ya estudiantes, ya los necesitados de realizar gestiones, la moción es objetiva y práctica, y entendemos que los partidos políticos que la rechazaron no estuvieron a la altura de las circunstancias. El Partido Socialista, por ejemplo, se pronunció diciendo que era un problema de Jaén y que, por tanto, su voto era no. El Partido Popular y el Andalucista se abstuvieron; el primero no añadió comentario a su decisión y el segundo adujo una serie de detalles que no conviene que perdamos de vista, especialmente cuando su portavoz, el ínclito José Salas, se explicó diciendo que no era el lugar para debatir este tipo de mociones.
Nos extrañó tanto la justificación de este magnífico e insustituible político local, responsable directo y único de la situación de bonanza económica y futuro industrial envidiable que vive actualmente nuestra ciudad, que buscamos en nuestros archivos y, ¡sorpresa!, no ha sido siempre así, ya que en el salón de plenos municipal se han presentado mociones que nos quedan mucho más lejos que la del cambio de ubicación de la estación de autobuses de Jaén, y, sin embargo, han contado con el apoyo del representante andalucista, cuando no fueron presentadas por su partido. Por ejemplo, aprobando una nueva ley electoral proporcional y democrática, donde todos los votos ciudadanos tengan el mismo valor; también hizo lo mismo cuando se exigían medidas de seguridad en los parques infantiles; o instando la reforma de la ley que regula las fuerzas y cuerpos de seguridad. En diferentes plenos municipales se han presentado mociones en relación con la siniestralidad laboral, o sobre la jornada mundial por el trabajo decente, o sobre la cuantificación de la deuda histórica con Andalucía, o sobre el reconocimiento a las víctimas del terrorismo. Y todas fueron aprobadas por él. Por lo tanto, de acuerdo con este expediente, lo primero que llama la atención es que asegure que en nuestros plenos no cabe algo tan trascendente para la economía de muchas familias de nuestra ciudad. Quizá debieran nuestros representantes políticos dar sus razones a quienes, por ejemplo, tienen algún miembro familiar que está obligado a desplazarse diariamente a la universidad, o a quienes tienen que vérselas con los médicos o con cualquiera de las delegaciones de las diferentes administraciones que en la capital se encuentran. Evidentemente, a veces es mejor guardar silencio. Al menos se evitarían actuaciones tan ridículas como las del pasado pleno.
La máxima que debe presidir la actuación de cualquier político no debería alejarse nunca de las necesidades de la ciudadanía a la que representa y más cuando, como en el caso que nos ocupa, está justificada. La respuesta del representante andalucista, aunque en realidad no nos extraña conociendo su trayectoria política, nos pareció desproporcionada y dejó constancia pública de lo poco que le importa la realidad familiar de algunos vecinos. Nuestros políticos han sido capaces de llevar al desarrollo de los plenos mociones absurdas e interesadas, algunas incluso ridículas, y cuando de verdad hacía falta su unanimidad para hacer saber al Ayuntamiento de la capital que tenga en cuenta el problema que supondría, para quienes desde nuestra ciudad van y vienen a Jaén, el traslado de la estación de autobuses, muestran su peor cara y su insolidaridad tan mezquina. Para todas y todos ellos, un cero patatero.