
Por fin está abierta la calle La Plaza, que se cerró al tráfico y al paso de personas (con excepción de los vecinos, que se las tuvieron que ver todo este tiempo con infinidad de problemas para desenvolverse con algo de libertad y comodidad) el pasado mes de agosto. Su fecha de finalización oficial estaba prevista para los primeros días de septiembre, pero ya ven ustedes que una cosa es lo que se dice y otra bien diferente el resultado. En total, casi seis meses ha permanecido cerrada esta importante vía de comunicación rodada, lo que, de rechazo, supuso en su día un contratiempo y una terrible presión para los habitantes de la calle Meloneras, que asistieron incrédulos al inusitado aumento del tráfico que les supuso el cierre de esta calle y que, de hecho y mientras duró, les cambió la vida. Afortunadamente, el sentido común se impuso entre la clase política y respondió a tiempo, al menos antes de que las vecinas y los vecinos cerraran la calle el tráfico, que fue el órdago que le enviaron al gobierno municipal. En cuanto a los verdaderos protagonistas de esta obra, no hace falta que les recordemos que los residentes en esta calle se las han tenido que ver con todo tipo de inconvenientes para salir y entrar a sus viviendas, que es lo que, junto con el problema del aparcamiento, lo que peor han llevado el tiempo invertido en la recuperación de esta vía. Pero tampoco les han faltado los menosprecios de parte de algunos los obreros ejecutores de la susodicha, que no les permitieron ningún exceso y que les obligaron a convivir innecesariamente con todo tipo de contratiempos y limitaciones.
Pero como lo que importa es que todo vuelve a ser como antes, suponemos que habrán dado por bueno el esfuerzo. Cierto que algunos de éstos han disfrutado con el cierre de esta calle al tráfico rodado, por el silencio y la seguridad con la que han convivido estos meses, y que de hecho han recabado el favor de nuestros dirigentes para mantenerla en esta situación, pero, a la vista está, se han decidido por volverla a su estado original. Esta calle, como ustedes saben, es la vía de comunicación por excelencia para conectar dos zonas de la ciudad. Así ha sido desde siempre, y aunque la ronda de Mestanza ha estado haciendo lo propio mientras han durado las obras, es evidente que se le ha echado de menos por la comodidad que representa, porque, si obviamos la rotonda del Santo, tienen prioridad en todo su recorrido y porque los pasos de peatones están bien señalizados. Quizás por todo lo expuesto, el cierre de esta vía de comunicación, que a determinadas horas del día alcanza un nivel de vehículos en movimiento realmente intenso, debieron decidir su renovación con más garantías de las que tomaron, que, por lo acontecido, fueran escasas. Aunque alguno de ustedes puede que no esté de acuerdo, creemos que acometer una obra que suponga el cierre de una calle habitualmente transitada por vehículos, debe hacerse atando todos los cabos y creando alternativas que no supongan un sufrimiento para nadie.
Por eso nos ha extrañado la justificación que nos ha dado el señor Carmona Limón, para el que las vacaciones estivales de los obreros que trabajaban en la mejora de la calle fueron determinantes, junto con la temperatura ambiente, del parón registrado (de nada menos que cinco meses si tenemos en cuenta que debieron terminarse en septiembre de 2008) y que tanta polémica ha generado. Evidentemente, este señor está convencido de que nuestras limitaciones culturales son muchas y de gran calado, porque de otra forma no se entiende que espere que nos creamos esta patochada. Veamos: que una empresa acepte un contrato de obra que en sus cláusulas quede reflejado un plazo concreto de entrega de obra finalizada, y que no tenga en cuenta que debe dar descanso a sus trabajadores, sencillamente ni es una empresa ni el que la gestiona tiene ni idea de lo que hace. O bien que, una vez más, el concejal opte por lo más sencillo, esto es, por menospreciar la inteligencia de la ciudadanía. Y tres cuartos de lo mismo cuando insiste en el mismo argumento que nos dio el alcalde, quien aseguró que las bajas temperaturas eran las culpables de que el asfalto no se hubiera echado en su día. O sea, que tenemos que creernos que desde septiembre hasta la semana pasada hemos estado bajo cero.
Lo que les decimos, señoras y señores, que dependemos de unas personas que tienen una gran capacidad para mentir y que usan de cualquier argumento para vendernos su incompetencia.