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Los afectados por las últimas inundaciones que el río Guadalquivir les produjo en sus propiedades, o al menos la asociación que conocemos en la ciudad y que ha dado suficientes muestras de coherencia y entrega en pos de la consecución de los objetivos que se proponen, ha presentado ante los tribunales la documentación pertinente que se exige en estos casos y que persigue el abono de las indemnizaciones una vez que los técnicos han valorado los daños y han tasado el valor de lo arrasado. A partir de ahora se repite la historia, puesto que así ocurrió hace años y recuerden que debieron esperar nada menos que ocho años hasta que finalmente se decidió el pago de lo que era suyo. Una historia que debemos anotar en la casilla del horror, del miedo y del silencio impuesto por los jerifaltes de entonces, que les presionaban sin compasión para que dejaran de quejarse en público y que hicieron todo lo posible por ridiculizarlos, aquí y en Madrid. Lo que ellas y ellos esperan ahora, y no menos la ciudadanía de buena voluntad, es que el abono de lo que es suyo no se eternice. Que los tribunales agilicen al máximo el proceso y que el culpable del desastre haga efectiva su responsabilidad respondiendo a la exigencia de los jueces. No obstante, como las cosas no siempre salen como se esperan, y como en este caso confluyen infinidad de argumentaciones, nos tememos que fácil no será. Esto quiere decir que mientras unos harán todo lo posible por recuperarse económicamente de los daños sufridos, otros, los culpables, caminarán por derroteros radicalmente distintos, intentando eludir su responsabilidad usando todo tipo de artimañas. Así ocurrió en la anterior demanda y así será en ésta. Otra cosa es que la implicación política de la Junta de Andalucía active el proceso y convenza a las partes de que lo mejor es alcanzar un acuerdo cuanto antes.
Después del éxito de público que ha tenido la exposición recopilatoria de fotos y textos periodísticos que albergó el antiguo templo de santa Marina, ahora les queda por recorrer un largo trayecto que advertimos complicado y costoso, ya que se enfrentan a empresas todopoderosas que cuentan con equipos de juristas de primer orden que harán todo lo posible por echar para atrás este proceso. No obstante, si tenemos en cuenta la contundencia de las pruebas, la fuerza de sus argumentaciones y la realidad de los días después del paso de las enfurecidas aguas, estamos convencidos de que una vez más el grande deberá rendirse ante la verdad de estos vecinos y abonará lo que estipulen los tribunales. El problema, o si quieren la vergüenza, es que una vez más se ven obligados a acudir a defender lo que es suyo con no pocas críticas de fondo, especialmente aquellas que provienen de quienes tienen como objetivo usar su desgracia para ganar unos cuantos votos para el jefe de la tribu. Cierto que no son más de tres o cuatro, pero hay que reconocer que están muy bien organizados y que su capacidad para mentir, suponemos que aprendida de su superior, no tiene límites. Afortunadamente, como la mentira tiene los pies muy cortos, no tardarán en desaparecer de un paisaje que ensucian con su sola presencia.
La ciudadanía, rubricando con su asistencia a la citada exposición el incondicional apoyo a sus tesis y planteamientos, les ha dado alas, les ha confirmado en el buen camino y les sirve como tarjeta de visita allá donde acuden. En cuanto a la presa de Marmolejo, el otro gran escollo de todo este asunto, sabemos que gracias a la presión que han ejercido sobre las instituciones y las pruebas que han hecho acompañar a sus exigencias, camina con paso firme hacia su desaparición. Primero, porque la Agencia Andaluza del Agua ha solicitado en tiempo y forma la recuperación de la concesión administrativa que permite a Endesa ahora y antes a Sevillana generar electricidad: segundo, porque desde el ente autonómico se ha anunciado que actuará de inmediato sobre ella, y si es necesario eliminarla porque así lo aconsejen los técnicos, se hará.
Después del éxito de público que ha tenido la exposición recopilatoria de fotos y textos periodísticos que albergó el antiguo templo de santa Marina, ahora les queda por recorrer un largo trayecto que advertimos complicado y costoso, ya que se enfrentan a empresas todopoderosas que cuentan con equipos de juristas de primer orden que harán todo lo posible por echar para atrás este proceso. No obstante, si tenemos en cuenta la contundencia de las pruebas, la fuerza de sus argumentaciones y la realidad de los días después del paso de las enfurecidas aguas, estamos convencidos de que una vez más el grande deberá rendirse ante la verdad de estos vecinos y abonará lo que estipulen los tribunales. El problema, o si quieren la vergüenza, es que una vez más se ven obligados a acudir a defender lo que es suyo con no pocas críticas de fondo, especialmente aquellas que provienen de quienes tienen como objetivo usar su desgracia para ganar unos cuantos votos para el jefe de la tribu. Cierto que no son más de tres o cuatro, pero hay que reconocer que están muy bien organizados y que su capacidad para mentir, suponemos que aprendida de su superior, no tiene límites. Afortunadamente, como la mentira tiene los pies muy cortos, no tardarán en desaparecer de un paisaje que ensucian con su sola presencia.
La ciudadanía, rubricando con su asistencia a la citada exposición el incondicional apoyo a sus tesis y planteamientos, les ha dado alas, les ha confirmado en el buen camino y les sirve como tarjeta de visita allá donde acuden. En cuanto a la presa de Marmolejo, el otro gran escollo de todo este asunto, sabemos que gracias a la presión que han ejercido sobre las instituciones y las pruebas que han hecho acompañar a sus exigencias, camina con paso firme hacia su desaparición. Primero, porque la Agencia Andaluza del Agua ha solicitado en tiempo y forma la recuperación de la concesión administrativa que permite a Endesa ahora y antes a Sevillana generar electricidad: segundo, porque desde el ente autonómico se ha anunciado que actuará de inmediato sobre ella, y si es necesario eliminarla porque así lo aconsejen los técnicos, se hará.