Despedimos el mes de mayo coincidiendo con el día mundial sin tabaco, que es lo que hoy se conmemora internacionalmente. En nuestro país, como datos significativos que nos sirven para hacernos una idea aproximada de cómo ha ido evolucionando la aún reciente ley sin tabaco, ya se sabe que el consumo ha descendido, que son miles los que han dejado de fumar aprovechando la implantación de la ley y que se detecta entre una gran mayoría de la población una clara actitud a tomar esta misma decisión que tanto beneficiaría a su salud. Naturalmente, el hecho de que la información que recibe el fumador, aunque no sea de su agrado, le anuncie que sesenta mil personas mueren al año en España a causa del consumo de esta droga, de algo le debe servir desde luego. Por otra parte, añadiendo más datos a esta cifra, se sabe también que más de cien mil de ellos y ellas pasan directamente a depender de la Medicina para seguir viviendo, aunque lo hacen en condiciones muy precarias. Por lo tanto, con números tan determinantes y comprobables, lo de quitarse del tabaco ha dejado de ser algo utópico para convertirse en una necesidad que debe ser tomada urgentemente.
Naturalmente, los que deciden seguir en el vicio y fuman sin molestar a nadie, tienen todo el derecho del mundo. Y con esto queremos referirnos a que la mal llamada ley antitabaco no obliga a nadie a quitarse de fumar; lo que sí evita es que las personas que no lo hacen puedan disfrutar de aire limpio allí donde conviven en grupo, como es el caso de restaurantes o cafeterías. De hecho, como podemos comprobar en cualquier ciudad, los hosteleros han trabajado rápido y han buscado soluciones a una crisis que han calificado como muy grave para sus intereses, ya que les ha restado clientes a sus negocios de forma muy importante. Así, con estufas en invierno y sombrillas y toldos en primavera-verano, por el momento campean el temporal que se les ha venido encima y muestran la capacidad del ser humano para reinventarse a sí mismo cuando la situación lo exige.
Por el momento, y así las cosas, parece que existe una contrastable armonía entre unos y otros, contribuyendo a que los negocios de hostelería mantengan casi intactas sus posibilidades de explotación y, al mismo tiempo, a no influir en la salud de los protagonistas. Con todo, entre estos profesionales, aunque se expresen con recelo cuando lo hacen públicamente, existe una decidida posición de no al tabaco, y se entiende si tenemos en cuenta que ellas y ellos son los primeros en sufrir las consecuencias que se derivan de este pernicioso elemento nocivo, puesto que lo absorben durante su trabajo como si lo disfrutaran. De las estadísticas que se manejan estos días vemos que entre los camareros y camareras no fumadores se detecta casi el mismo número de enfermos que entre los que sí fuman, confirmándose que el fumador pasivo ha dejado de ser una figura a no tener en cuenta para convertirse en protagonista sin bebérselo ni comérselo.
En cuanto a lo que el fumador o fumadora nos cuentan sobre el vicio del tabaco, les podemos asegurar que hemos leído casi de todo en las conclusiones oficiales a que han llegado las autoridades sanitarias de nuestro país. Y es que parece que en público se expresan de una forma y de otra bien diferente cuando se trata de sincerarse ante quienes cuidan de su salud. Llama la atención, por ejemplo, que casi a un noventa por ciento de ellas les gustaría dejar de fumar. Y lo aseguran desde el convencimiento al que han llegado luego de muchos años consumiendo esta droga y al mismo tiempo asistiendo al deterioro de su salud sin capacidad personal para alejarse de él. Evidentemente, sencillo no debe ser dejar de fumar, porque de otra forma no se entendería que sean millones los que lo hacen y unos cuantos los que lo consiguen. No obstante, nuestra propia experiencia nos permite opinar al respecto, porque fumadores casi empedernidos lo hemos sido durante años, y podemos asegurarles que es posible y que, además, no es para tanto. Cierto que se pasa mal, que exige de nosotros una actitud fuerte y decidida, pero en menos de una semana se ha superado lo que se conoce en el círculo de fumadores como el mono, y comienza entonces una nueva vida. Se trata de que lo intenten.