El Partido Andalucista ha hablado. Y lo ha hecho para contarle a la ciudadanía la corta pero intensa historia del aparcamiento que el equipo de gobierno había previsto construir en la corredera de Capuchinos y que, como Innovandújar o el resto de aparcamientos prometidos, sólo era una mentira. Y lo fue desde su propio inicio, desde la redacción del proyecto, ya que el proceso que siguió para su realización estuvo repleto de incongruencias, de falta clamorosa de la documentación mínima y de algo tan fundamental como es la opinión de los residentes en esta avenida. Es más, paralelamente a la redacción del proyecto se creó una página web cuyos integrantes anunciaban estar en absoluto desacuerdo con la construcción de este aparcamiento, pero que, sospechosamente, nadie se responsabilizaba de ella, nadie quiso dar la cara nunca sobre la composición de esta plataforma y, por añadirle algo más de esoterismo a la ya de por sí truculenta historia, sólo reflejaba los artículos y comentarios que publicó “Ideal” sobre el asunto. Evidentemente, todo indica que, por si se le ocurría a la Junta de Andalucía dar su beneplácito y los partidos políticos en la oposición hacer lo propio, necesitaban hacerse antes y con tiempo con el supuesto no de los ciudadanos para evitar acometer obra tan importante sin tan siquiera contar con la imprescindible financiación económica y por supuesto empresa dispuesta a invertir unos millones de euros de dudosa recuperación posterior. Así, culpando a unos u otros, evitaban una obra que, como hemos dicho, nació enferma y murió antes incluso de acabar el proyecto. Eso sí, mientras estuvieron obteniendo rendimiento, con culpar a los demás del no a la construcción, todo iba sobre ruedas.
Los andalucistas, además de renegar rotundamente del no al aparcamiento del que son acusados por la primera autoridad municipal, que los retrata como auténticos enemigos de la ciudad, han mostrado a los medios de comunicación el por qué de su negativa, que, por si lo no saben ustedes, fue el único partido político que se preocupó de hacerse con un estudio técnico que mostrara o no la inviabilidad del proyecto, en el que se asegura que no es posible convencer a los vecinos de que los edificios no se resentirían sencillamente porque no es así. Por lo tanto, en principio todo parece indicar que lo del aparcamiento de la corredera de Capuchinos no pasa de ser una intencionada utopía del gobierno municipal, porque si en realidad hubiera existido interés y se contaba con la empresa y el dinero necesario, ¿por qué no han continuado con los trabajos que podían haber proporcionado a la ciudad una zona donde aparcar en pleno centro comercial?
Aunque no siempre es así, lo cierto es que lo sencillo funciona. Y en el caso que nos ocupa es mucho más factible culpar a los demás de lo que nunca quisimos hacer que aceptar la responsabilidad que conlleva quedar como un mentiroso. Y lo es porque, sorpréndanse ustedes, señoras y señores, una buena parte de la ciudadanía lo cree a pies juntillas; es más, ni siquiera pone en duda la farsa que montaron alrededor de esta supuesta construcción municipal. Por eso nos alegramos de que los andalucistas hayan decidido cortar por lo sano y dejar constancia pública de que a ellos y ellas sólo les movió el vecindario y la seguridad de sus viviendas, y decidieron intervenir en el proceso aportando un estudio técnico profesional del que se deducía que la estabilidad de los edificios, en el mejor de los casos, sufrirían en su estructura las consecuencias de las obras.
Lo desagradable de toda esta historia es que nos volvieron a engañar y nos dejaron tirados en medio de la ciudad buscando aparcamiento. Primero fue el de la plaza de España, que recordarán que, según el gobierno municipal, no se llegó a construir porque la Junta de Andalucía le negó el permiso; luego el de la calle Juan Robledo, que tampoco llegó a buen fin y sin que por el momento se nos hayan dado razones convincentes; finalmente, en Capuchinos, que ya conocen más que de sobra su recorrido. A lo más que han llegado ha sido a acotar los jardines de Colón, recinto histórico por demás, para este menester y que nosotros no aceptaremos nunca porque un espacio público en el que se ha invertido el dinero de todos en su mejora y mantenimiento no debía ser en ningún caso dedicado al aparcamiento de vehículos.