Sin que nadie lo convoque, sin necesidad de que repiquen las campanas ni que desde estos micrófonos lancemos la contraseña al viento, la ciudad se está vistiendo poco a poco de romería. Los escaparates, que vienen a ser como los pregoneros de la gran fiesta mariana de todos los años, anuncian desde hace unos días la buena nueva e inician la ya imparable cuenta atrás de la convocatoria que reúne a miles de almas alrededor de la basílica-santuario de la Virgen de la Cabeza. Este año, por razones de sobra conocidas de todos, no será como los anteriores, aunque con que solo pusiéramos un poco de sentido común y algo de solidaridad de nuestra parte, se notaría mucho menos de lo que se prevé o anuncian los más radicales. Llevamos un par de semanas dedicándole al tema de las tasas municipales nuestra atención y durante el trayecto hemos podido comprobar que las posiciones de unos y de otros en el fondo no son tan distantes ni dispares, por lo que, una vez más, reclamamos el consenso de las partes con el fin de conseguir que la ciudad y la romería que organiza deje de ser controversia entre quienes no aceptan, ni además quieren, tener que abonar unas tasas por formar parte de los romeros y peregrinos que allí se dan cita el último fin de semana de abril.
Lo primero que deberíamos de aceptar es, como poco, que lo de cobrar por entrar al recinto de la basílica-santuario es algo extraordinario, desconocido y extraño, aunque necesario y urgente, y que supone o representa una generosa muestra de solidaridad por parte de todas y de todos, puesto que lo que se ensucia y se rompe hay que repararlo, y en este aparente nimio detalle nuestra ciudad invierte también cada año nada menos que seiscientos mil euros, que es lo mismo que decir que cien millones de las antiguas pesetas, que no es moco de pavo ni una cifra de la que la ciudad pueda desprenderse cuando tantos frentes andan abiertos a la espera precisamente de la llegada de un dinero que necesitan. Ese es el sentido común al que nos referimos y también la actitud solidaria que reclamamos de todos, pero muy especialmente de los nuestros, de nuestros vecinos y vecinas, que son los que en realidad acaban pagando la exageradísima cifra con tantos ceros detrás del número seis.
La aplicación de todos los pormenores o detalles que no hemos sido capaces de unir después de tanto tiempo, participan, sin embargo, de forma activa en la consecución del objetivo que en el fondo queremos todos y que no es otro que una romería compartida, una romería centrada en lo que más nos importa, una romería, en fin, en la que todas y todos nos sintamos más unidos, y recordemos que el dinero une, y en este caso muy justificadamente, y mucho más cuando nos han cobrado por el espacio que ocupamos durante la fiesta. Quizá el coste de las tasas acabe proporcionándonos una fiesta menos dañina para el medio ambiente y de esta forma ganemos todos, aunque de forma especial una zona de la sierra tan hermosa y que tanto brillo aporta a la estética del entorno, con la basílica-santuario presidiéndolo. Se impone la prisa por acabar con un enfrentamiento que entendemos no es fácil justificar.
El hecho de que se insista en que el campo es de todos, que el cerro es nuestro y que así ha sido de toda la vida, no es argumento que podamos validar fácilmente. En todo caso, si hubiéramos respetado como merece ese campo que anunciamos como de nuestra propiedad, es posible que ahora no hiciese falta implantar tasas que se dedicarán en su mayor parte precisamente en recuperarlo. Como hemos tenido oportunidad de decir en los foros a los que hemos acudido, la situación que ahora dirimimos es una consecuencia lógica de lo que hemos venido haciendo mal desde hace años. Por lo tanto, repetimos que aplicando algo de sentido común, seguro que acabaremos aceptando de buena gana el cobro que rechazamos. Y, si no, al tiempo.
El hecho de que se insista en que el campo es de todos, que el cerro es nuestro y que así ha sido de toda la vida, no es argumento que podamos validar fácilmente. En todo caso, si hubiéramos respetado como merece ese campo que anunciamos como de nuestra propiedad, es posible que ahora no hiciese falta implantar tasas que se dedicarán en su mayor parte precisamente en recuperarlo. Como hemos tenido oportunidad de decir en los foros a los que hemos acudido, la situación que ahora dirimimos es una consecuencia lógica de lo que hemos venido haciendo mal desde hace años. Por lo tanto, repetimos que aplicando algo de sentido común, seguro que acabaremos aceptando de buena gana el cobro que rechazamos. Y, si no, al tiempo.