Hoy, de nuevo, una ola de frío nos envolverá como regalo navideño y nos obligará a echar mano de mantas y abrigos con los que defendernos de las bajas temperaturas que han venido anunciando desde todos los medios de comunicación, incluido Radio Andújar. Afortunadamente para miles de nosotros, tanto en la calle como en casa, contamos con elementos suficientes que nos evitarán lipotimias o hipotermias, que es lo que padecen y son causa de muerte entre los que no cuentan con un techo en el que cobijarse, especialmente en fechas tan exigentes como la actual. La semana pasada pudimos comprobar cómo el frío siberiano que se estableció en Europa dejó a su paso más de cuatrocientos muertos; ésta no parece que vaya a cambiar la tendencia asesina que suele acompañar a los días de frío ártico y mucho nos tememos que volverá a hacer estragos entre la población menos pudiente. Porque esa es la otra lectura que se extrae de días tan exigentes, y es que además de disfrutar de la nieve, de lanzarse bolas entre los más jóvenes y hacerse fotos con los amigos, hay personas que fallecen a causa del intenso frío.
Por si alguien no acaba de enterarse de que estas personas son de carne y hueso y de que nos llaman en silencio en busca de algo de ayuda con la que superar las gélidas noches a las que se enfrentan a veces con solo unos cartones que usan como manta, les refrescamos la memoria poniéndoles al día con cifras desde todo punto o perspectiva inaceptables y que desgraciadamente aumentan a diario debido a la crisis económica que intentamos superar parece que sin éxito. En Madrid, más de doce mil sin techo deambulan por la ciudad en busca de algo de comida durante el día y por la noche intentando colarse en el Metro, que es donde encuentran más calor y más seguridad. Pero la capital de España es solo un ejemplo, porque cualquier ciudad, incluida la nuestra, cuenta desde hace unos años con vecinos que han perdido o están a punto de ser desahuciados de sus viviendas y que tendrán que vérselas con un futuro muy próximo al de los indigentes a que nos referimos. Generalmente, las familias suelen desintegrarse cuando la pobreza es su aliada y compañera a diario, y lo de salir de la ciudad que los vio nacer se entiende entre ellas como exigencia ineludible, ya que, a la desgracia de quedarse sin nada, debemos unir el hecho de que ser reconocidos por quienes han sido sus vecinos desde siempre no está bien visto ni siquiera cuando la situación es casi terminal.
Entre nosotros, la crisis ha desmembrado a infinidad de familias, que se han visto obligadas a repartir a su prole entre los familiares que aún pueden permitirse ese lujo mientras que ellas y ellos intentan buscar trabajo o caridad fuera. Afortunadamente, siempre encuentran oferta solidaria que les ayuda a sobrevivir, y en Andújar de sobra contamos con gentes dispuestas a acudir en socorro de quienes los necesitan sin pedir nada a cambio. Lo que ocurre es que la fuente de la que hasta ahora ha manado el milagro y que parecía inagotable, desde hace tiempo viene mostrando signos evidentes de flaqueza, y solo faltaba que llegara un día en el que de sus caños no pudiéramos obtener alimentos con los que dar de comer a quienes no pueden permitírselo.
Mirar hacia fuera, observar lo que ocurre a nuestro alrededor y multiplicar la solidaridad de la que hacemos gala es la asignatura más necesaria que tenemos pendiente y que debemos aprobar sí o sí. Aquí y ahora no sirven las medias tintas. Debemos situarnos junto a aquellas y aquellos que vienen demostrando que cuando se quiere se puede, que solo es necesario desearlo con todas las fuerzas. Por supuesto que no podremos con todo, que situaciones tan delicadas y complejas no se pueden solucionar desde economías familiares también debilitadas, pero sí ser de utilidad cuando la situación lo exija. Al fin y a la postre, de lo que se trata es de echar una mano en donde tanta ayuda es necesaria.