Tal como aseguraba Calderón, los sueños, sueños son. Y no otra cosa ocurre con términos como “el estado del bienestar”, “empleo y vivienda digna para todo”, la “justicia es igual para todos”, etc. Esta forma de hablar, usada especialmente por la clase política, ha dejado de tener sentido, ya que ahora lo que necesitamos son hechos y no frases más o menos típicas-tópicas y pronunciadas en foros adecuados. Las necesidades reales de la ciudadanía superan con creces los subliminales mensajes de quienes buscan por encima de todo mantener su particular estado de bienestar, es decir, seguir viviendo del pueblo y con holgura, porque debemos recordar que, con excepciones honrosas, todos viven muy por encima de sus posibilidades o, mejor, muy por encima de cómo vivirían si no se hubieran dedicado profesionalmente a la política.
Esta situación, de no haber mediado el mal momento que atraviesa la economía mundial en general y la nuestra en particular, se hubiera mantenido en secreto para siempre jamás y por supuesto que pocos serían los que hubieran caído en la cuenta de que en política se debe vivir mejor que en ningún otro sitio. Ahora se entiende que ya no guste tanto lo del ser funcionario y por el contrario lo de dedicarse a la política haya ganado puntos a mansalva, ya sea en la ciudad de uno, en la autonomía a la que pertenezca o en el Madrid de los Austrias. Y mucho mejor si se es solo un número y su papel se limita exclusivamente a acudir a la cita cuando de votar se trate, es decir, que lo de pasar desapercibido también en la política tiene sus ventajas, puesto que vas y vienes en primera clase con todos los gastos pagados, recibes puntualmente tu magnífico y agraviante sueldo si lo comparamos con lo que ganamos el resto de mortales (si es que lo ganamos, que esa es otra), y el resto de la semana lo pasas en el café de tu ciudad cambiando impresiones con los amigos y presumiendo de tu porvenir. Porque la diferencia está precisamente en esto, es decir, que mientras ellas y ellos tienen porvenir, nosotros solo tenemos por llegar, y les aseguramos que la diferencia es enorme.
Ha sido la dichosa crisis la que nos ha devuelto a la realidad y, como ahora disponemos de tiempo libre para casi todo, nos ha dado por plantearnos toquetear sobre lo que hacen los que se autodenominan representantes del pueblo, convencidos de que son los únicos responsables de la crisis que nos come vivos y que está acabando no solo con nuestra paciencia, sino con lo poco que tenemos. ¿Y a qué se dedican realmente? Pues ya lo ven, a anunciarnos desde lejos que está por llegar una reforma laboral mucha más dolorosa que la ejecutada por el Gobierno socialista, que la patronal se frota las manos porque podrán despedirnos sin indemnización y que los escasísimos derechos que nos quedan se van de vacaciones por una temporada. ¿Y a ellos qué les importa? ¿Creen ustedes de verdad que se quedan sin sueño porque unos miles de trabajadores más pierdan su puesto de trabajo? De ser así, habrá que decir que lo disimulan muy bien, porque no se les nota nada.
Lo que podemos asegurarles es que el estado del bienestar del que tanto han presumido y que nosotros poco hemos disfrutado, se ha ido al garete y que los tiempos que están por llegar a partir de mañana o de pasado serán mucho peores que los que hemos visto y vivido hasta ahora. Hoy, lo mejor es ser dueño de un banco, porque al menos tienes la seguridad de que, con el dinero de todos, te lo reflotarán en caso de haberte equivocado en tu política de préstamos e inversiones sin que te cueste un céntimo de euro. Y haber qué empresa tiene esas posibilidades… Que nosotros conozcamos, ninguna desde luego.