Como siempre, enfrentarnos con una fecha tan especial y trascendente como la conmemoración del día mundial de la mujer, nos exige recomponer nuestros esquemas, repasar los datos que hemos acumulado en lo que va de año e intentar argumentarnos de forma y manera que nuestro comentario de hoy relativice una situación que empeora conforme pasan los años. Seguimos en línea ascendente en todo lo que tiene relación con los malos tratos hacia la mujer, independientemente de que las muertes sean más o menos que en las mismas fechas del año pasado, porque lo que subyace en tema tan terrible nos supera y nos entristece. El hecho mismo de que un ser humano, supuestamente racional, cambie de un día para otro la concepción o idea que tenía de su compañera, la madre de sus hijos, y decida acabar con su vida nos echa abajo cualquier teoría que tengamos sobre comportamientos humanos. Y no otra cosa ocurre a nuestro alrededor, aunque nos moleste reconocerlo y hagamos todo lo posible para eludir cualquier tipo de responsabilidad. Un buen ejemplo lo tenemos en las personas más próximas a la pareja que está en crisis, desde los vecinos hasta los familiares más directos, que parece que se han aprendido de carrerilla el refrán que asegura que en cosa de novios y de casamientos no te metas, ni siquiera siendo invitado a la fuerza. De ahí que vean lo que vea, oigan lo que oigan, ellos a lo suyo, como si no fuera cosa de ellos.
Aseguran los que saben de la vida y sus altibajos, que cuando se inician las desavenencias en la pareja es el momento de ponerle remedio si de verdad se quiere mantener el vínculo y todo lo que los une, desde los hijos a la hipoteca, además de los sueños y las ilusiones que han compartido desde que comenzaron la relación. Pero esto no siempre es posible, ya que algo tan complejo no puede solventarse con planteamientos superficiales. Y es así porque los desacuerdos no son fáciles de reconocer ni siquiera por los propios protagonistas, y de ello da fe, por ejemplo, el que no siempre la intermediación de la familia o incluso de un profesional de la Medicina ayuda a que recuperen el sentido común. Entre que el hombre siempre se ha creído superior ante la mujer, que la situación económica no es precisamente la más adecuada cuando se tienen problemas añadidos, como puede ser haber perdido el empleo, y que hoy nadie aguanta una crisis familiar, que alguno de ellos tome el camino de en medio y decida romper con la unión es lo más normal. Ocurre, no obstante, que al mismo tiempo saltan por los aires el orgullo, el rencor, el odio y demás, y ya no es posible recuperar la estabilidad. Si a esto le añadimos las sentencias que dictan algunos jueces y juezas, que como sabemos no es norma entre ellos que tengan en cuenta las razones del hombre y sí las de la mujer, a la que a partir de ese instante le corresponde todo y obligan al excónyuge a vivir en condiciones que no se merece, afrontando pagos y deudas que o no son suyas o entiende que debían ser compartidas, no parece que sea necesario que indiquemos aquí que la mecha se ha encendido y que en cualquier momento puede ocurrir lo que intentamos evitar. Por supuesto que no tratamos de justificar nada; es más, jamás estaremos de acuerdo con tan drástica decisión, pero sí que convendría que el político y el legislador recapacitaran sobre cómo se desarrollan actualmente los acontecimientos ligados a las separaciones, porque quizá encuentren causas evitables.
Mientras la situación se mantenga como está, con leyes que se cumplen, con sentencias no siempre comprensibles en la calle, con denuncias que a veces no lo son, con abusos por parte de quienes se han aprendido una lección equivocada y con ella intentan por todos los medios dañar a su expareja, el número de mujeres y hombres fallecidos a causa de la violencia de género aumentará imparablemente. Y hemos introducido intencionadamente al hombre en esta última fase del comentario de hoy, porque también ellos tienen mucho que decir, especialmente los que el año pasado denunciaron, en número de nueve mil doscientas, a sus compañeras o esposas.
