Que el Gobierno del Partido Popular acabará obligándonos a pagar la factura sanitaria es algo que cada día que pasa toma más cuerpo. Cierto que el silencio político que rodea este sensible asunto dejará de serlo en cuanto conozcamos los presupuestos generales del Estado que serán dados a conocer justo después de las elecciones andaluzas, pero mientras tanto, y como es norma entre los populares, no cesan de lanzar globos sonda y, por lo tanto, de recibir mensajes de todas las fuentes de información de que disponen y que, finalmente, les darán hecho el trabajo. Por el momento, Cataluña es la que más avanzado lleva este tema y a estas alturas ni siquiera se plantea el copago de la sanidad, sino que va más allá y avisa de que, dependiendo de los ingresos de los enfermos, así pagarán la factura que produzcan por el uso que hagan de la sanidad pública catalana. Confirmando lo que les decimos, el parlamento de Cataluña aprobaba la semana pasada la ley de medidas fiscales y financieras, según la cual les permite cobrar una tasa por receta farmacéutica de un euro. En esta línea informativa, Carlos Floriano, del Partido Popular, ha explicado que el copago sanitario que se ha aprobado en Cataluña responde a la situación económica que se encontraron a la llegada al poder los nuevos dirigentes, y se parece en mucho a lo que el Partido Popular ha hallado en las cuentas generales del Estado. No obstante, ha insistido en que para su partido existen unas líneas rojas que no pueden traspasarse y una de ellas sin duda es la sanidad, lo que evidentemente nos tranquiliza.
Lo que en la calle se percibe es que, digan lo que digan, el asunto está siendo valorado con delicadeza y mucha cautela porque están convencidos de que el rechazo popular sería mayoritario y las encuestas vienen avisando al Partido Popular de un descenso en intención de voto en Asturias y Andalucía muy significativo. Y esta es la realidad, es decir, que las subidas masivas de elementos tan imprescindibles como la electricidad y el gas, además del gasóleo y del transporte público en general, desde trenes a autobuses urbanos e interurbanos, se toman ahora sencillamente porque no han podido ser retenidas por más tiempo, pero que nadie dude que estaban escritas antes de las elecciones y que esperaban poder implantarlas en cuanto les fuera posible, como así ha sido. Y si sobre Andalucía no se ciernen los nubarrones que observamos en el resto del país se debe exclusivamente a que ningún partido quiere mover ficha en contra de la supresión de servicios hasta el día después de las elecciones. En cuanto a si son necesarias o no, está claro que de algún sitio deberán obtener ingresos extras con el fin de reducir el déficit hasta el 5,5 % al que se ha comprometido el Gobierno con la Unión Europea para final de año.
No obstante, con entenderlo y asumir que las cosas de la economía están para que todos arrimemos el hombro, pocos son los españoles que no se quejan de que a las grandes fortunas se les sigue dispensando un trato de favor injusto e injustificable. Y que precisamente por eso, mientras sus poseedores siguen disfrutando de su incalculable fortuna a cara de perro, el resto nos las vemos y deseamos para llegar a fin de mes con algo de holgura. Quizá por eso España sea diferente al resto del mundo, porque nuestros gobernantes se ceban en cortarnos servicios, en limitarnos la posibilidad de prosperar y empobreciéndonos hasta lo insoportable mientras ellos mismos, unidos a los que de verdad mandan en nuestro país, que no son otros que los que tienen el dinero, mantienen intactos sus ingresos de por vida. El paso del tiempo lo ha confirmando siempre que se les ha dado la oportunidad para ello, ya que además de subirse los sueldos y también las pensiones de los que ya no ejercen cargos en senados o parlamentos ni tienen carteras ministeriales, nos exigen mayores sacrificios hablándonos de una crisis que ellos, ni de lejos, sufren y padecen. Y luego lo peor, porque sabemos con total certeza que nosotros no hemos movido un dedo en la creación del desastre económico que padecemos.
Nosotros somos, no obstante, de los que están convencidos de que lo peor está por llegar. Que aunque parezca que el asunto ha tocado fondo, aún nos queda un largo trecho que recorrer. Se trata solo de esperar. Y como tiempo tenemos de sobra, pues a eso vamos.