Aunque el nuevo subdelegado del Gobierno en nuestra provincia, señor Lillo, ha dicho que la presa de Marmolejo sigue siendo objetivo de su Gobierno, la realidad es que nada indica que así sea, es decir, que en los Presupuestos Generales del Estado para este año no figura partida económica alguna que lo confirme, además de que, si recuerdan, una de las primeras decisiones que se tomó en Madrid casi al día siguiente de iniciar el trabajo el nuevo Gobierno, fue detener los arreglos que se realizaban en los márgenes del cauce del Guadalquivir. Evidentemente, debemos aceptar que desde luego, ganas, lo que se dice ganas, no tienen de acabar de una vez y para siempre con el problema del río, que es lo mismo que decir que evitar las inundaciones que sufren los vecinos de los márgenes del cauce y los que viven en poblados como El Sotillo, sin olvidar a los empresarios que desarrollan su labor industrial en los polígonos cercanos. Lo extraño de este comportamiento y no menos de sus decisiones, es que hace solo unos meses, concretamente antes de noviembre del año pasado, la presa era para los populares causa de enfrentamiento con la Junta y con la plataforma, a las que acusaban de no querer echarla abajo.
La realidad pasa por infinidad de cortapisas legales y no tanto, de las que se desprende que los que volverán a ser protagonistas de asunto tan delicado serán de nuevo los propietarios de las tierras sempiternamente anegadas, a los que se les sigue condenando a participar en el asunto que les daña de forma marginal, sin darle participación activa y legal, y sin proporcionarles la información que se desprende de las conversaciones que aseguran mantienen las altas esferas del Estado y de Endesa, que recordemos que con el nombre social de Sevillana, ha sido desde siempre el objetivo de quienes afirmaron y confirmaron técnicamente que la presa es la responsable de las inundaciones. A lo largo de estos años hemos conocido informes que han dormido en los cajones de los diferentes responsables políticos, suponemos que aleccionados por sus respectivos superiores, y que no tenían otra intención que la de echar a dormir lo que para ellos siempre ha sido un problema que no han sabido solventar, o que no han querido, que a estas alturas nos creemos todo. Sin ir más lejos, mientras el Partido Socialista ha tenido en su mano la llave que podía desbloquear el sí o el no de la presa, no fueron más allá de solicitar más informes que solo vinieron a corroborar lo que de sobra conocíamos. La oportunidad perdida se esfumó coincidiendo con la devolución de las competencias del agua a Madrid, que volvieron a pasar a manos de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, que, de entrada, mandó detener la mejora aprobada en consejo de ministros y con partida presupuestaria aprobada.
La situación ha llegado a un punto de insostenibilidad que desde luego no augura buenos tiempos para nadie, puesto que si los afectados por las inundaciones están condenados a perderlo todo de nuevo, justo cuando las aguas suban por encima del nivel de la actual cota, la clase política afectada tendrá que vérselas con ciudadanos cargados de razones que se hacen acompañar de todo tipo de sentencias e informes que les confirman en su demanda y que les animan a reclamar lo que entienden que en justicia se merecen. Por otra parte, el hecho de que las consecuencias que se derivan de las riadas que castigan sus propiedades tengan que llevarlas a los Tribunales de Justicia precisamente en busca de justicia, no solo demuestra la frialdad con la que las Administraciones observan a la ciudadanía, sino que nos dan una idea real de las gentes que ostentan cargos de tanta relevancia e importancia social, a los que sin miedo podemos tachar de insensibles y obscenos.
Por el momento, el problema sigue adelante, porque debemos recordar que la espada de Damocles que supone estar pendiente de que se elimine la presa, porque las consecuencias serían terribles en caso de lluvia descontrolada o excesiva. Lo que por el momento sigue detenido es cosa de la sensibilidad y el sentido común de los que tienen en su mano acabar con él.